Néstor
Tomás Auza
La frontera interior
1810-1852
Entre
1810 y 1828, año en que accede al gobierno de la provincia de Buenos Aires Juan
Manuel de Rosas, se mantiene la llamada frontera interior, esa línea difusa y
mudable de contacto entre la colonización que trazan los fortines y las
estancias avanzadas antes de entrar al llamado desierto, nombre que se asigna
no tanto por ignorar que se halla habitado, sino más bien por disponer de
escasa información sobre la naturaleza del suelo referido al espacio exterior.
La frontera interior, en ese período, lejos de avanzar ocupando más espacio,
sufre un proceso de retroceso. Para cuando se cumplen los veinte años de la
Revolución de Mayo y comienza la formación de los gobiernos patrios sobre el
destruido aparato del régimen jurídico y político español, la ocupación del
espacio territorial no evoluciona con un acrecentamiento como producto de la
fuerza expansiva que, se supone, imprimiría la llegada de los criollos al
gobierno propio, a la apertura del comercio, a un mayor tráfico interior y más
abundantes recursos provenientes de su aduana. Sin embargo, esa aspiración se
manifiesta mejor políticamente desde la creación del Virreinato en 1776, sin
realizarse, siendo una aspiración que no tiene oportunidad de, plasmarse en el
corto tiempo sobre la realidad del suelo
La
ocupación espacial del territorio, por el contrario del estado en que se
encuentra al momento de la Revolución de Mayo, ha retrocedido al interior sin
que la fuerza expansiva de que dan pruebas las autoridades patrias surgidas de
ese proceso lo puedan impedir el repliegue de la línea interna de la avanzada
colonizadora se produce por un conjunto de factores, pero dos son los que deben
mencionarse por su gravitación. Primero, la ruptura de
las formas flexibles variadas que en toda la línea
de la frontera se practica al momento en que se produce la caída del sistema
político español. Esa ruptura produce un proceso
gradual y creciente de la agresividad las tribus indígenas que se hallan en el
exterior de la frontera. El segundo factor, no menos relevante, es
la disminución de efectivos en los fortines o el repliegue de estos debilitando
la vigilancia militar e impidiendo obrar con eficacia ante ataques, robos,
malones y ejercer presión sobre las huestes indígenas. El primer factor
señalado no es fruto de decisiones políticas de las autoridades ni tampoco
descuido o imprudencia por parte de los responsables militares que hasta la
fecha señalada tienen a su cargo la vigilancia y defensa de las avanzadas colonizadoras.
La causa real del desamparo que comienzan a sufrir las estancias que marcan la
primera línea de internación se debe a la necesidad que manifiesta la Primera
Junta de reclutar fuerzas militares para sostener el ideal de la Revolución y,
en años posteriores, las dos décadas de luchas internas. Por otra parte, las
autoridades españolas desplazadas del poder no se reducen a la inactividad
frente al pronunciamiento de Mayo y. por el contrario, se manifiestan
dispuestas a resistir y recuperar el gobierno. Su repliegue hacia el Alto Perú
y su decisión de
atrincherarse en una primera etapa, seguida de una segunda en la que inician
operaciones militares avanzando sobre el territorio argentino para recuperar el
gobierno de la región, obliga a los criollos a instalar un ejército permanente
en el norte para impedir la entrada de los españoles. El frente militar de la
Revolución de Mayo se despliega en dos direcciones, la primera encabezada por
el general Manuel Belgrano sobre el Paraguay, para hacer reconocer la
Revolución y obtener el apoyo al movimiento iniciado en Buenos Aires. Varios
son los factores que contribuyen a que esta expedición no pueda cumplir su
cometido y uno de los primeros se halla en la actitud de recelo y desconfianza
que los paraguayos manifiestan hacia las nuevas ideas. La mediterraneidad de
esa ciudad fundadora de ciudades, Asunción, lejos de ver en la nueva etapa
histórica que se inicia un posible porvenir beneficioso para sus intereses, no
hace más que acrecentar lo que constituye una línea que la caracteriza como es
negar todo papel principal a Buenos Aires y librar una sorda y permanente
competencia.
El
vasto espacio conocido con el nombre de Paraguay ha obtenido la condición
jurídica de Intendencia del Paraguay y esta se siente insatisfecha
y no reconocida en sus antecedentes de fundadora de ciudades al depender del
Virreinato del Rio de la Plata. El hecho de ser Buenos Aires la sede de la autoridad
política y residencial del Virreinato la hace sentir postergada y con pérdida
del papel preponderante que ha ejercido hasta la fundación de Buenos Aires y
sobre lodo con la creación del Virreinato en 1776. Factores políticos,
económicos, estratégicos, han hecho perder al Paraguay la preponderancia que
gozara desde su fundación y dado origen a un proceso de cierto desprendimiento
de Buenos Aires. Esta actitud es canalizada y profundizada por un personaje muy
singular de una rara fuerza, además de habilidad y conocimiento profundo de su
pueblo, el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840). Este desde
1814 hasta su muerte ejerce el gobierno absoluto del Paraguay, erigiéndose en
dictador e imprimiendo un carácter extremadamente revolucionario, secularista y
aislacionista de esa gobernación. Los hombres públicos de Buenos Aires, por
esas razones pero también acuciados por otras demandas del frente político, no
harán nuevos intentos por obtener el apoyo y participación del Paraguay en las
diversas etapas de organización de una forma de Gobierno Nacional. Paraguay,
distanciado de Buenos Aires, encerrado en su espacio territorial y favorecido
en su actitud por una única vía de acceso, el rio Paraná, se caracteriza como
un espacio que se va segregando del centro político rioplatense.
Mientras
el frente con Paraguay se mantiene sin cambios, el segundo frente que las
autoridades del gobierno de Buenos Aires deben atender es el relacionado con
las avanzadas militares españolas en el llamado Alto Perú. Las provincias de
Jujuy, Salta y Tucumán serán los escenarios en donde se desarrollen las
acciones militares entre 1810 y 1822 y en donde los españoles intenten, desde
el centro político de Lima, recuperar el Virreinato del Rio de la Plata.
El
amplio despliegue que este enorme esfuerzo militar implica a la Primera Junta y
luego a las sucesivas formas de gobierno, no descuidar la línea de defensa de
la frontera interior, debilitando los fortines estratégicamente establecidos y
dejando que el colonizador avanzado asuma parte de esa tarea. Con esta actitud,
y producida la ruptura con las tribus indígenas, ocurre un deterioro sobre la
colonización instalada en la línea demarcatoria de la frontera interior. Los
pobladores, ante el robo de las haciendas, la carencia de protección y la
incapacidad de la represión, se ven obligados a replegarse sobre el interior. Ese
repliegue lento pero ininterrumpido produce un traslado de la frontera
colonizadora hacia el interior dando lugar a una nueva línea, pero en este caso
más replegada en cuanto a espacio territorial bajo dominio de los criollos y
bajo la tutela y protección de las autoridades.
Este
fenómeno de retroceso producido por ausencia de protección militar y ruptura de
acuerdos diversos con las tribus no hace más que dar aliento a estas para que,
aprovechando las debilidades de la frontera colonizadora, no dejen de
acrecentar sus malones organizados para apropiarse de los ganados. Se desata así
una guerra constante en la sinuosa línea de la frontera interior que separa el
espacio ocupado por criollos del que dominan los indios.
Las
luchas intestinas que tienen lugar en el interior entre el periodo de Mayo y
los dos decenios posteriores, se caracterizan por el cruce de ejércitos en el
interior de la frontera que ya ha
sufrido su retracción e introducen un nuevo factor de debilitamiento y
destrucción de sus establecimientos, pérdidas incalculables de ganado y un
abandono de la vigilancia por parte de los destacamentos reducidos y escasos de
recursos ubicados en la línea demarcatoria. Esta situación padecida durante
largos años comienza a tener algún proceso de cambio con la llegada de Juan
Manuel de Rosas en el mes de diciembre de 1X29, cuando es elegido gobernador de
Buenos Aires y capitán general de esta, Entre esa fecha y su caída en 1852 se
produce un movimiento de relativa paz interior y si bien no se recupera el
espacio territorial perdido en la frontera, se logra que al menos no produzca
un movimiento de mayor repliegue.
Separado
por el rio Paraná se encuentra otro espacio territorial que ostenta marcada
diferencia con el resto del país, por las circunstancias de no sufrir el
peligro de las tribus que obstaculizan las otras fronteras. El rio Paraná por
su margen izquierda y al este por el rio Uruguay circundan esta provincia
privilegiada que es Entre Ríos, que se prolonga en lo que se conoce hoy como
Corrientes. Con un suelo fértil, abundancia de pastos y agua, protegida por dos
amplios ríos, este territorio escapa a las vicisitudes de frontera interior,
conviniéndola en una isla frente al resto del país. En igual situación se
encuentra Misiones, beneficiada por su posición geográfica y también muy
distanciada de la frontera interior. Las provincias mencionadas que componen la
región del Litoral disponen de un privilegio que no gozan otras, como lo
demuestra el censo de 1869 que les otorga una población de 263.294 almas muy
semejante al que reúnen algunas provincias del interior y superior al que
dispone la región de Cuyo, aunque es casi la mitad de la población que componen
las provincias centrales.
Rosas
y su intento de ocupación del desierto
La
conciencia de Buenos Aires para los primeros dos decenios del siglo XIX no es
precisamente el de ser una provincia, sino más bien, una ciudad, una grande y
circular ciudad estratégicamente ubicada y en la cual el espacio territorial
con su frontera interior poco influye. La política, que se encuentra ubicada en
pocas manos de la élite, es urbana y como tal centra sus intereses en función
de sus conveniencias, sin otorgarle a la frontera interior que la comprime solo
lo necesario para impedir el retroceso y mantener a los indios en esa línea de
contacto entre la civilización y el desierto que constituye estrictamente la
frontera del interior.
Es
la presión de los intereses rurales que no pueden ampliar las extensiones de
suelo dedicadas a la ganadería y a la agricultura la que hace que estos tomen
conciencia al disponer la presencia de un caudillo excepcional como lo es
Rosas, que hace que el sector rural se integre en las preocupaciones de la vida
pública, otorgando así a Buenos Aires la verdadera calidad de provincia. La
ciudad-estado con su línea interna agrícola-ganadera comienza a comprender que
se halla comprimida por un cerco que impide su expansión. Rosas, estanciero
poderoso, cuyos establecimientos rurales lindan con esa frontera, ha de ser
quien vislumbre la significación que posee lograr su avance. Ya activo en la
vida pública será él quien encabece la realización de ese proyecto y que en su
tiempo se denominara la conquista del desierto. Su plan de avance implica, de
alguna manera, algo más que una operación provincial, ya que le preocupan las
fronteras de las restantes provincias y aun la vinculada con Chile, por lo que
concibe un plan con carácter nacional. El plan se traduce en un avance militar
de tres columnas que hace que sus destacamentos en la frontera sur del país,
que abarca tres provincias, avancen simultáneamente hacia el sur de modo de
contemplar una línea de casi trescientas leguas desde la cordillera al
Atlántico. La derecha, junto a la cordillera, estará al mando de Félix Aldao,
que parte del sur de Mendoza; la del centro, al mando de José Luis Huidobro,
con punto de arranque en San Luis y Córdoba, y la de la izquierda que abarca la
Pampa Bonaerense, que sale al mando de Rosas revestido del carácter de
comandante general de la campaña y jefe de la expedición al desierto.
Las
tres columnas, pero más Rosas que las restantes, cuentan con el apoyo de
algunas tribus indias amigas que se agregan al ejército de operaciones en
calidad de auxiliares. El avance
se realiza sobre un territorio desconocido, barriendo ambos costados de la columna con partidas desprendidas a fin de atacar los asentamientos indios dispersos hasta lograr derrotarlos y expulsarlos al sur de Rio Negro. La operación mejor organizada y la que logra cumplir su objetivo es la columna que comanda Rosas, en tanto las restantes, si bien inician sus operaciones, no logran cumplir en forma integral sus objetivos militares, pero influyen en el resultado de la campaña. Rosas es el único que arriba al punto prefijado en la ribera norte del rio Negro junto a la confluencia del Neuquén y el Limay y a una distancia de ciento cincuenta leguas de Buenos Aires, en su marcha hacia el rio Negro llega a Babia Blanca, el fuerte más avanzado en el sur patagónico y desde ese punto gira hacia la derecha por el rio Colorado para bajar después al objetivo prefijado sobre el rio Negro. Cuando eso ocurre, en 1833, se ha dado cumplimiento al plan originalmente previsto por Rosas, que consiste en ampliar la frontera hasta el rio Negro, expulsar a las tribus belicosas al sur de ese rio y someter a otras por negociación o por sanción. Kl dominio del rio Negro significa impedir el tránsito de los indios araucanos, que asociados a los pampas, ingresan en la Pampa Bonaerense llevando cientos de miles de cabezas de ganado a Chile.
se realiza sobre un territorio desconocido, barriendo ambos costados de la columna con partidas desprendidas a fin de atacar los asentamientos indios dispersos hasta lograr derrotarlos y expulsarlos al sur de Rio Negro. La operación mejor organizada y la que logra cumplir su objetivo es la columna que comanda Rosas, en tanto las restantes, si bien inician sus operaciones, no logran cumplir en forma integral sus objetivos militares, pero influyen en el resultado de la campaña. Rosas es el único que arriba al punto prefijado en la ribera norte del rio Negro junto a la confluencia del Neuquén y el Limay y a una distancia de ciento cincuenta leguas de Buenos Aires, en su marcha hacia el rio Negro llega a Babia Blanca, el fuerte más avanzado en el sur patagónico y desde ese punto gira hacia la derecha por el rio Colorado para bajar después al objetivo prefijado sobre el rio Negro. Cuando eso ocurre, en 1833, se ha dado cumplimiento al plan originalmente previsto por Rosas, que consiste en ampliar la frontera hasta el rio Negro, expulsar a las tribus belicosas al sur de ese rio y someter a otras por negociación o por sanción. Kl dominio del rio Negro significa impedir el tránsito de los indios araucanos, que asociados a los pampas, ingresan en la Pampa Bonaerense llevando cientos de miles de cabezas de ganado a Chile.
Sin
embargo, esa empresa de tan brillante resultado, que tanto hubiera importado en
la ocupación del espacio geográfico, no pudo mantenerse en los años posteriores
ya que los gobiernos de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, San Luis,
Córdoba y Mendoza, se sienten imposibilitados de mantener una línea de
fronteras tan extensa y distanciada por cientos de leguas del cuartel general
en Buenos Aires o en San Luis o Mendoza. El resultado final, luego del regreso
del ejército expedicionario, es que la frontera se ha ampliado en especial en
la provincia de Buenos Aires, pero en una proporción reducida y sin ocupar el
espacio originalmente dominado. Ese logro de la expedición pudo mantenerse por
escaso tiempo y solo Rosas, a través de una política de alianzas con las tribus
más próximas a las fronteras, es capaz de mantener un sistema precario en el
avance de la frontera y conservarlo hasta 1852 en que es desalojado del poder.*
En
el período que se extiende de la Expedición al Desierto hasta la caída de Rosas
(1833-1852), la frontera interior de la provincia de Buenos Aires no deja de
estar bajo la presión de las tribus indígenas, de modo que el espacio ocupado por
la frontera productiva y poblacional avanza con lentitud aunque de manera
insuficiente para los intereses de los productores ganaderos, que aspiran a un
mayor apoyo del Estado provincial para ganar tierras y ocuparlas con sus
establecimientos.
El
territorio ocupado al dictarse la Constitución
Cuando
en 1853 la Asamblea Constituyente se reúne en Santa Fe y logra, después de casi
cuarenta años de intentos fracasados, sancionar la Constitución que pone fin al
periodo de desorganización, solo una provincia, Buenos Aires, se abstiene de
firmarla y permanece sin integrar la Confederación a lo largo de casi diez años
(1853-1861). La ocupación del suelo hasta esa fecha encuentra graves inconvenientes
en la guerra de la Independencia: luchas fratricidas continuas y enfrentamiento
de caudillos con afanes separatistas. El desorden, la falta de un gobierno
central capaz de aunar voluntades, conflictos con países vecinos, ausencia de
una organización económica son factores, entre otros, que contribuyen a no
poder producir una ocupación poblacional bien custodiada, respondiendo al
propósito bien ejecutado de ampliar la frontera destinada a la colonización.
¿Cuál
es la ocupación real del territorio a esa fecha? ¿Cuál es la frontera que
divide el suelo ocupado por la colonización y cuál el que permanece bajo el
dominio de las tribus indígenas? El imaginario colectivo presupone que las
catorce provincias gozan del pleno dominio de sus territorios y por tanto el
país real es coincidente con el país geográfico que le ofrece la cartografía
actual. El país real es, en ese imaginario, el país que tiene librado al libre
tránsito el aprovechamiento de las tierras, la producción en cualquier lugar del
suelo de las provincias, sin otorgarle al
indio el goce de igual poder sobre dichos espacios territoriales. No es así,
sin embargo, lo que sucede pues hasta 1853, y aún dos decenios después, existe
una frontera interior que hace que el país solo ocupe una parte del suelo que
le es propio, en tanto la otra parte, más extensa que la ocupada, se halla bajo
el dominio efectivo de la cultura indígena. Esa frontera interior, que
resguarda a la población que domina su suelo, tiene un trazado muy semejante al
heredado del periodo hispánico, pero con un retroceso al que hemos aludido. De
modo que al dictarse la Constitución de 1853, el país no puede dejar de admitir
la existencia de una frontera interior por lo que el ejercicio de la soberanía,
no puede ejercerse sobre todo el territorio. Hay por tanto, una parte de este
sobre el cual existe una posesión nominal y no efectiva en razón de ser el
indio el verdadero dominador de vastas extensiones territoriales al norte y al
sur de las dos fronteras interiores. Ese reconocimiento de una soberanía
imperfecta constituye un desafío cuya solución demandará varios años.
Para
la fecha mencionada, la ocupación del suelo es tan limitada que basta mencionar
que el tránsito entre Dueños Aires y Rosario se hace por cabotaje debido al
peligro que implica hacerlo por tierra por las incursiones de las tribus
indígenas que asedian en la región norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe. No
es ese el único factor que gravita en la aceptación de esa situación, sino que
influye el desconocimiento del suelo con sus obstáculos, como la existencia de
pastos amargos, aguadas saladas, pajonales altos que agolan la resistencia de
las caballadas, ausencia de pasto suficiente o ríos que se desbordan impidiendo
el paso. El limite exterior de las ciudades dentro del cual existen garantías
de seguridad, en las ciudades de Rosario y Santa Fe es un amplio círculo que,
partiendo del núcleo urbano, se prolonga hasta la frontera constituida por las
últimas estancias que se internan y se contactan con el espacio bajo el dominio
del indio. El camino real que conduce a Córdoba y Santiago del Estero es
altamente riesgoso y suele hacerse en caravanas de carretas como forma de
protección. La ciudad de Córdoba es el centro de donde parten las rutas que conducen
a las provincias del Centro y de Cuyo. Esa privilegiada posesión le
otorga a esta ciudad un papel rector desde el centro del país pero, no obstante
esa situación, padece la debilidad de disponer de extensas fronteras con los
indios en el sur y el este que le impide defenderlas con eficacia. La provincia
dispone así de dos fronteras interiores, una al norte y otra al sur y esta
última afecta .también a las provincias de Santa Fe y Santiago del Estero.
La
frontera norte formada por las líneas de instalaciones ganaderas y fortines mal
atendidos, sin caballadas y recursos, se encuentra fijada por el curso del rio
Salado, el cual, en sentido contrario al recorrido de sus aguas, partiendo de
Santa Fe, se prolonga hasta el Tostado para continuar hasta Añatuya y tocar el
Fortín Tabeada, en las proximidades de la ciudad de Santiago del Estero; de
allí el limite noreste se continúa por las márgenes del rio Juramento, que loma
el cincuenta por ciento de las provincias de Salta y Jujuy.
Conforme
a esa línea precaria no muy bien definida y siempre movible y objeto de grandes
peligros para todo el que se interna en ese inmenso territorio que se extiende
a la derecha de ese límite y en dirección noreste, por encontrarse bajo el
dominio de numerosas tribus, algunas de las cuales guardan mucho recelo de los
cristianos y mantienen un rencor permanente. La frontera norte no es, sin
embargo, la única que padecen las provincias mencionadas, pues se encuentra la
frontera sur, que abarca a estas provincias y a las que se agrega el sur de
Buenos Aires, San Luis y Mendoza. Esta línea fronteriza corre en términos muy
generales desde Rosario en dirección sur en línea paralela al Paraná hasta tocar
Pergamino y baja uniendo las poblaciones de Arrecifes, Rojas, Chacabuco,
Chivilcoy, 9 de Julio, Saladillo, para finalizar tocando las aguas del
Atlántico. Esta sería la frontera interior sur de la provincia de Buenos Aires,
con dos excepciones constituidas por la población de Bahía Blanca, la antigua
fortaleza protectora argentina que constituye un núcleo urbano de espaldas al
mar y abierta al inmenso espacio de la planicie bonaerense. Algo semejante
ocurre con la población de Carmen de Patagones fundada en 1778. La comunicación
entre Patagones, Bahía Blanca y Buenos Aires se hace exclusivamente por las
aguas del Atlántico. Más allá de Patagones y hasta el Estrecho de Magallanes se
extiende un inmenso espacio territorial desconocido que se halla fuera de la
ocupación civilizada,
siendo una excepción la población urbana instalada por la colonización galesa
en la desembocadura del río Chubut. La otra frontera con el indígena al sur, es
la que se extiende desde Rosario en dirección sudoeste, dividiendo las
provincias de Santa Pe, Córdoba. San Luis y Mendoza y resguardada por unos
pocos fortines instalados en puntos fijos de las provincias mencionadas. Por la
extensión, la llanura del escenario geográfico y la escasa protección que las
provincias nombradas anteriormente pueden ofrecer constituye una línea débil de
fácil penetración para ciertos malones con fines de robos de hacienda que
impide el avance de los establecimientos ganaderos.
Hay
por tanto un país que vive con fronteras interiores mientras fuera de ellas
tiene lugar otra cultura, que es la indígena, que impide el avance de la
primera. Del interior de esta poco es lo que se sabe, escasas las entradas
efectuadas y ese desconocimiento hace que no exista una cartografía que abarque
al exterior de la frontera, que se presenta como un misterio para el conocimiento
geográfico y científico.
La
población de este período
La
estabilidad o el avance de la frontera ganadera que venimos señalando se
encuentra condicionada por varios factores, pero es posible señalar el que
puede considerarse fundamental: la escasez de población que cuentan las
Provincias Unidas del Rio de la Plata en los primeros cincuenta años lo que, a
su vez, reduce las posibilidades de una protección militar bien organizada por
parte de las autoridades.
La
situación demográfica de la población que reside en el interior de la frontera
muestra los signos de una fuerte debilidad que viene del periodo español y se
mantiene durante el periodo de la Independencia y más aún se acrecienta por las
exigencias de las guerras interiores y exteriores. Baste mencionar que Buenos
Aires es la ciudad más poblada de todo el Virreinato para 1778’ cuando este se
crea, reúne en total 24.205 almas en tanto el resto de la provincia dispone
12.925 habitantes dispersos en el espacio rural. Esa población tiene una
composición de blancos, negros y esclavos y no incluye a la población indígena
que acepta vivir en las proximidades con el blanco, como tampoco, por supuesto,
tiene en cuenta los miles de indios que se hallan al exterior de la frontera/
En
lo que hace al periodo que se extiende de 1810 a 1852 las fuentes disponibles
en materia de demografía son escasas siendo el Primer Censo de Población de
1869 el que deja constancia del esfuerzo por hallar cifras confiables. La estimación efectuada por este demógrafo seria la siguiente: en 1809, 406.000
almas; para 1819, 527.000; para 1829, 634.000; para 1839, 768.000, y finalmente
en 1849, 935.000. No es difícil comprender que con tan exigua población se
pudiera dar un avance considerable en la frontera interior, siendo suficientes
los frutos de la agricultura y ganadería que se producen en su interior para el
abastecimiento de la población y un reducido comercio de productos del país. El
condicionamiento producido por la escasa población y un bajo crecimiento por natalidad,
conduce a una sociedad escasamente dinámica con un gobierno carente de recursos
para elaborar y ejecutar una política agresiva de defensa de sus ganaderos que
se ven abandonados al intentar avanzar sobre la frontera. Al no existir una
presión demográfica, el avance colonizador muestra un ritmo lento, a la vez que
la población tiende a buscar lo que en años posteriores será una realidad, a
saber, la concentración de la población en los centros urbanos. Por otro lado,
la política en materia de fronteras siempre es vista por la población
interesada del sector rural como deficiente y la causa dominante que impide
presionar sobre la frontera para ganar tierras a las tribus indígenas.
Ya
para 1852 Alberdi reitera el mensaje de la generación del ’37, que considera al
desierto como el máximo peligro para el país. Alberdi ratificará esa
interpretación y nacerá así para la generación de la organización nacional el
objetivo consensuado de convocar a la inmigración para que venga a poblar el
desierto. Pero ese desierto todavía hay que conquistarlo.
Cuando
se produce la primera presidencia constitucional presidida por el general Justo
José de Urquiza (1854-1860). en medio de graves cuestiones internas y externas,
recoge el llamado a poblar el país, pero desea primero saber cuál es la
población exacta que puebla el espacio de las trece provincias que integran su
gobierno, pues como lo hemos mencionado, Buenos Aires se halla ausente durante
el primero y segundo gobierno constitucional, si bien reconociendo que forma
parte de la República Argentina.* El censo se ejecuta en 1857-1858 no obstante
la carencia de recursos, tiene el mérito de mostrar la mayor aproximación en la
medición poblacional! en las trece provincias con exclusión de Buenos Aires. El
censo arroja una población de 1.180.000 habitantes, excluyendo los indios. Por
su parte, Víctor Martin de Moussy estima unos años después en 1.200.000 la
población de las trece provincias, agregando unos 350.000 que pueblan la ciudad
de Buenos Aires. Según este autor, esa población total relacionada con el
territorio dispone de “menos de dos habitantes por milla cuadrada”, mientras en
Europa posee un promedio de noventa almas.
El
conocimiento cartográfico
El
suelo que comprende las antiguas Provincias Unidas del Rio de la Plata no
carece en absoluto de una cartografía, pero esta debe considerarse muy precaria
c insuficiente, a lo que se agrega que no tiene una circulación pública. Su
calidad depende naturalmente del cartógrafo, viajero o funcionario que la
confecciona, pero se halla condicionada más por los conocimientos que dispone
sobre la región quien la realiza.
Producida
la Revolución de Mayo y como consecuencia de las expediciones militares, la
marcha de los ejércitos y la guerra para contener a los españoles que ingresan
por el norte, se trazan mapas que reflejan aspectos parciales del suelo que
representan. Las deficiencias que las mencionadas cartas poseen se van
cubriendo con sucesivas cartas que reúnen el saber disponible hasta un momento
dado. Ciertos viajeros extranjeros han prestado al respecto valiosos aportes.
Tal es el caso del mapa confeccionado por John Arrowsnuth que acompaña a la
obra clásica c indispensable para todo estudio que se realice sobre el país, de
Woodbinc Parisch, Buenos Aires y las provincias del Rio de la Plata que se publica en dos
ediciones, en 1839 y 1852.* La valoración de ese mapa en boca de quien ha
revisado cuanto se conoce al respecto en su tiempo, es la siguiente: "Ese
mapa es incontestablemente el más completo que poseemos sobre esa región”. Si
lo que dejamos expresado es válido hasta aproximadamente 1852, la situación de
la cartografía será muy distinta a partir de la fecha mencionada, debido al
impulso que otorga el presidente Justo José de Urquiza al conocimiento
geográfico durante la primera presidencia. Si la cartografía refleja el
conocimiento que se tiene sobre el suelo, la hidrografía, la orografía, la
distribución de la población, las rutas que la comunican, y si lodo ello no
existe como información, prueba que poco es lo que al respecto se conoce.
Comprendiendo que esa deficiencia impide programar todo lo que significa ocupar
el espacio territorial, Urquiza se ocupa de encargar a Víctor Martin de Moussy
el mayor esfuerzo descriptivo del país en toda su historia.
Se
comprende así que la vida de la población dentro del espacio interior en que se
halla comprimida sea dominantemente estable, casi sin movilidad horizontal. Lo
precario de los medios de comunicación y transporte, lo elemental de las rutas,
con los naturales peligros en viajes largos y las precarias condiciones en que
se viaja, así como la escasa o nula preparación que tienen la mayoría de los
viajeros, hacen que no demuestren interés por graficar mapas, ¡tiñera* nos o
descripciones, si bien hay excepciones. El interés por estas cuestiones es de
muy pocos y estos son los que aportan su contribución al mejor conocimiento de
los espacios que recorren. Nativos y extranjeros contribuyen por igual en la
materia.
La
ausencia de cartografía adecuada y suficiente es paralela a la carencia de
información en lo referente al suelo, el clima y la hidrografía. Esta situación
tiende a cambiar con posterioridad a 1854, pero a esa fecha el aporte más
valioso es el que realiza el coleccionista Pedro de Angelis
con su Colección ele obras v documentos relativos a la historia antigua y
moderna de las provincias del Rio de la Plata, publicada entre 1836 y 1837."
A pesar de lo notable del esfuerzo realizado para hacer esa compilación, la
obra tiene un provecho relativo para mediados del siglo XIX por lo disperso de
los documentos que incluye y la diversidad de regiones que abarca. Sin embargo,
es el conjunto de crónicas y descripciones más valiosas publicadas hasta esa
fecha y tiene el mérito de contener algunas piezas de valor sobresaliente. Allí
se publican, entre otras, las descripciones que realiza sobre el litoral
marítimo Juan de la Piedra (1778), la de los hermanos Francisco y Antonio
Viedma entre 1779 y 1784 y el viaje de navegación al rio Negro que realiza
Francisco Villarino en 1782, con las memorias correspondientes a viajes de los
pilotos Antonio Viedma y Basilio y Francisco Villarino por las costas
patagónicas y algunas entradas en el interior patagónico. No es el caso
describir aquí el contenido de esta obra que constituye el mejor esfuerzo de
recopilación documental referente a la historia y la geografía del país en la
primera mitad del siglo XIX. El mayor elogio que se le puede tributar es manifestar
que ese aporte de Pedro de Angelis no es superado en su tiempo. Siendo así se
comprende el valor que esta obra tiene para lo referente al conocimiento
geográfico nacional. Para la generación de los viajeros y científicos
posteriores a la década de 1870 es de lectura indispensable para sus viajes de
exploraciones.
Una
obra traducida al castellano y llamada a ejercer una fuerte influencia en lo
que hace al conocimiento de las tierras de la Patagonia norte es la que tiene
como autor a P. T. Falkner, titulada Descripción de la
patagonia y de las tierras contiguas de la América del sur (1774 y que De Angelis
hace conocer en 1837). Con posterioridad ha merecido otras ediciones.
No
pretendemos referimos a toda la producción bibliográfica que refleja el aporte
al conocimiento del suelo hecho por unos pocos autores y viajeros en la primera
mitad del siglo XIX, pero hay que recordar que en la nómina mencionada se
encuentran otros que han perdurado por la contribución que han ofrecido. Es el
caso de las obras Memorias sobre el estado rural del Rio de la Plata en 1801 (1847) y Descripción e
historia del Paraguay y del Rio de la Plata (1804), de Félix Azara, que
resulta de lectura indispensable por el repertorio de temas históricos que
contiene, así como geográficos, demográficos, sociales, además de observaciones
sobre la historia natural y la diversidad de tribus indígenas que pueblan buena
parte del territorio. Otro autor que no debe olvidarse es Ainé Bonpland cuyos
documentos junto con los de Alcides d'Orbigny constituyen escritos científicos
y aportes valiosos al conocimiento del país, especialmente el ofrecido por el
último de los mencionados. Un viajero que no puede olvidarse y cuya obra es
indispensable para conocer descripciones muy valiosas de la tierra patagónica
es Carlos Darwin, cuyo libro está titulado Viaje de un
naturalista alrededor del mundo (1839).
Para
1850, el conocimiento acumulado en torno al espacio geográfico del país puede
fraccionarse en dos, siendo el primero el referido a la geografía de la
frontera interior, que como hemos visto es solo una parte del territorio en el
cual se desarrolla la vida de la población nativa y extranjera. La segunda es
la que envuelve más misterio pues se trata del territorio que se encuentra bajo
el dominio exclusivo de las tribus indígenas y cuyo conocimiento geográfico es
escaso. Donde se dispone de mayor información en este terreno corresponde al
espacio patagónico desde Rio Negro hasta el Estrecho no ocurriendo lo mismo con
el territorio llamado Gran Chaco, que abarca desde el norte santafesino, la
margen derecha del Salado hasta seguir por el norte hasta el Bermejo y el
Pilcomayo. Estas tierras guardan mejor su misterio por la fuerte resistencia
que ejercen las tribus allí asentadas y por ser objeto de un menor interés en
la primera mitad del siglo XIX.14 Esa situación comienza a variar a
partir de 1854. La frontera interior no es solo un espacio de contacto, es
también una barrera para penetrar en su interior con fines científicos y ese
desconocimiento es otra barrera a todo intento de describirlo con referencias
confiables y fidedignas.
El
avance en dirección al Chaco
Al
referimos al inmenso espacio territorial que hasta el siglo XIX comprende bajo
su nombre, es preciso recordar que abarca lo que serían hoy las provincias de
Formosa, Chaco, norte de Santa Fe, parte este de Córdoba, Santiago del Estero. Salta
y Jujuy. En cierta manera no es desconocido pues abundan las crónicas jesuitas
que ofrecen una información valiosa, si bien del periodo colonial, así como
mapas y descripciones de las diversas etnias indígenas.'* Sin embargo, ese
material no se encuentra accesible y es solo conocido de unos pocos, pasando
desconocido para quienes ocupan el suelo con sus avanzadas ganaderas.
En
la primera mitad del siglo XIX ocupa menos la atención de los hombres públicos,
tanto por conocerlo como por ocuparlo. Se trata de un extenso espacio que no
logra merecer la atención por múltiples razones, ocupado por tribus diversas,
no siempre amigas entre sí, como lo son los Tobas, Guaycurúes, Matacos,
Abipones, Mocovíes, entre las principales familias indígenas. No hay registro
confiable del número aproximado de indios que pueblan ese territorio. En
ausencia de ese dalo observamos que recién en 1869, con ocasión de darse a
conocer el censo de población, se hace referencia por primera vez a los indios.
Estos, naturalmente, no pueden ser censados, por lo que se recurre a estimarlos
en base a ciertos indicios, pero con el inconveniente que se los calcula sin
distinguir si son del norte o del sur, por lo que la cifra que se asienta es de
escasa significación. Sin embargo, en tomo a los indios es lo que más se
conoce, cosa que no ocurre con el espacio geográfico. Una crónica perteneciente
a una avanzada exploradora de un inteligente emigrado francés deja constancia
del misterio que encierra ese espacio territorial, cuando manifiesta que desde
la costa del “Salado hasta la del Bermejo se desarrolla ilimitado el inmenso
desierto del Chaco, asilo exclusivo de las tribus indias errantes por las
orillas de ambos ríos. Al sur, hasta la frontera con Santa Fe y mucho más allá,
no se ven más que campos desolados y bosques silenciosos”.
El
Chaco comienza a ocupar la atención de las autoridades después de la segunda
mitad del siglo XIX y el punto de partida se halla en el primer Gobierno
Nacional presidido por el general Urquiza que tiene por capital la ciudad de
Paraná. Es comprensible ese interés dado que son no menos de cinco provincias
cuyos límites tocan con la frontera del Chaco y sufren la zozobra de una
frontera incierta y desamparada, más las depredaciones indígenas. Ello lleva al
Gobierno Nacional a aprobar un proyecto de desplazamiento de la frontera norte
en los puntos más neurálgicos de las provincias de Santa Fe y Santiago del
Estero, para proteger el camino que conduce a Córdoba que es indispensable para
resguardar el tránsito comercial hacia el puerto de Rosario. Esa empresa corre
por cuenta del coronel Alfredo M. Du Graty, que logra colocar la línea
defensiva por encima de la ribera del Salado en donde se hallaba la primitiva y
recuperando un espacio que antes dominaban los indios.17 El trazado
de esa línea defensiva de fortines parle del pueblo de San Javier, próximo a Santa
Fe, y se dirige hacia Esquina Grande para seguir bordeando el Salado hasta el
punto geográfico denominado “El Bracho" y unirse finalmente a Matará,
donde concluye la nueva línea. El avance que significa ese trazado, pequeño en
la magnitud territorial del Chaco es solo el comienzo para recuperar un espacio
geográfico y presionar sobre las tribus indígenas, al obtener el dominio de
aguadas, pastizales buenos y recuperar el antiguo camino que por Súnchales
conduce a Santiago del Estero y Córdoba.
Ese esfuerzo queda interrumpido
con motivo del conflicto armado entre la Confederación y Buenos Aires que tiene
lugar entre 1859 y 1861. La presidencia del general Bartolomé Mitre no se ocupa
de la frontera con el Chaco, absorbida por la guerra de la Triple Alianza
contra el Paraguay (1865-1869) que obliga a concentrar la tropa disponible en ese
frente de guerra. Cuando las tropas comienzan a regresar, las nuevas
generaciones que ingresan a la vida pública sienten el cargo de conciencia del
retraso en que se encuentra el país por las luchas intestinas y la guerra
exterior, y se manifiestan dispuestas a encarar la problemática de las
fronteras interiores por constituir un símbolo del retraso y la formación
definitiva de Nación y Estado. Es, además, un aspecto primordial para mostrar
los signos de una Nación con pleno dominio de su
territorio.
La Nación necesita presentarse ante el mundo como un país constituido, con
ocupación de su espacio territorial, sus límites demarcados, relaciones pacíficas
con sus vecinos, En ese programa no pueden existir fronteras interiores, solo
puede existir la frontera que limita con los países lindantes.
El gobierno
propicia y estimula la estrategia de recuperación de los indios a través de la
mediación religiosa que intentan los sacerdotes misioneros con las misiones,
labores de evangelización y la búsqueda de la incorporación del indio al
trabajo. Ese recurso se lleva a cabo en la provincia de Buenos Aires a través
de tos misioneros La/.aristas que, partiendo de Lujan, se internan en el
desierto para llegar hasta las tolderías indias en el centro de la provincia de
Buenos Aires y lo mismo realizan los religiosos de Propaganda Pide desde los
conventos que poseen instalados en San Carlos, Rio IV. Salta, Jujuy y
Corrientes. Ese camino, que se ha mostrado exitoso, tiene el
inconveniente de ser relativamente lento y no siempre el Estado cuenta con la
paciencia necesaria para esperar resultados rápidos, razón por la cual se
apresura a preparar sus operaciones militares. La obra evangelizadora y de
misiones se encuentra con el efecto negativo que ofrecen los cristianos
asentados en las proximidades de las misiones o pueblos indígenas o que han
comprado tierras cercanas y buscan a los indios para trabajarla en condiciones
abusivas, lo que ocasiona la dispersión de los asentamientos logrados por los
religiosos. 1:1 mal trato de los particulares, la introducción del alcohol, la
ausencia de garantías para el trabajo indio son factores que impiden la
integración de buena parte de las parcialidades indígenas y contribuye a
mantener una actitud distante y desconfiada hacia el blanco.
Es a
partir de 1870 que la política dirigida al avance de la frontera interior en la
zona norte se hace siguiendo cierta estrategia combinada que obtiene buen
resultado. Ella combina un avance mediante el despliegue de fuerzas militares
desde puntos distantes, a saber, desde Salta y Santa Fe. La primera al mando
del teniente coronel Napoleón Uriburu, saliendo de Salta en abril de 1870, en
dirección este con el propósito de recorrer la margen derecha del rio Bermejo hasta
Colonia Rivadavia, y desde se punto seguir en dirección a Corrientes tratando
de pacificar las tribus que encuentre a su paso y a la vez abrir una ruta que
comunique Salta con Corrientes. En su marcha Uriburu obtiene la pacificación de
numerosas tribus, la vuelta de muchos indios al trabajo de los obrajes con
garantías para su trabajo, a la vez que avanza hacia Corrientes. Según estima
este militar, los indios que trabajan los obrajes alcanzan a 1.500. El total de
indios que logra pacificar los calcula en unos 4.000. La marcha culmina con
éxito, no sin tener que usar las armas en ciertas circunstancias ante grupos
rebeldes e indómitos, como los Tobas, que disponen de armas de fuego semejante
a las que usan las tropas nacionales. Esta entrada por la dirección que lleva y
el territorio que atraviesa significa un progreso no solo para el conocimiento
geográfico de la expedición, sino también para lograr la pacificación de
aquellos grupos menos belicosos y dispuestos al trabajo. La labor de relevamiento
científico corre por cuenta del sargento mayor Podenco Melchor.
Combinada
con las operaciones a cargo del teniente coronel Napoleón Uriburu se lleva a
cabo la expedición encomendada al teniente coronel Manuel Obligado, comandante
en jefe de la Frontera Norte sobre Santa Pe. Las operaciones de este jefe para
hacer avanzar la frontera varios cientos de kilómetros son dignas de este
brillante e inteligente militar joven que es Obligado. Entre 1870 y
1872 logra llevar la frontera entrando al Chaco algo más de trescientos
kilómetros al norte de Santa Pe, establecer una línea de fortines, explorar el
suelo, trazar mapas y conocer lodos los accidentes geográficos de interés, a la
vez que logra radicar en ese espacio recuperado familias de colonos dedicadas
al cultivo de la tierra. De este modo, más que un avance de la línea de
frontera, que lo es, tiene el carácter de una empresa colonizadora ya que trata
de ocupar el suelo conquistado. La seguridad de la extensa línea que establece
se halla en la fundación del pueblo de Reconquista que Obligado comienza a
trazar a fines de 1872, otorgándole un fuerte carácter de colonia agrícola.
Asociada a esa colonia autoriza una misión evangelizadora a cargo de los padres
franciscanos. En años posteriores Obligado hace otras operaciones, logrando
llevar la línea de la frontera interior cien kilómetros más al norte de
Reconquista.
Pero
el Chaco de esos años no dispone solo de militares encargados de defender las poblaciones,
sino que también cuenta con hombres que se ocupan de estudiar la naturaleza del
suelo y sus accidentes, los bosques y la launa que los puebla de modo de
disponer un conocimiento completo de
la región que va perdiendo, a medida que se corre la frontera, parte de su misterio. Así, el teniente coronel
Jorge Luis fontana, gobernador del Chaco, en sucesivos avances explora la región hasta lograr un
conocimiento que le permite traducirlo en algunos escritos. Notable por los resultados que
obtiene es su expedición que parte de Resistencia hacia el oeste en dirección de Colonia
Rivadavia, en la provincia de Salta, abriendo un camino entre ambos puntos
geográficos. Los relevamientos que le han precedido a la expedición dan por
resultado un
libro de mucho interés que titula El Gran Chaco, publicado en IXXI
La
parte oriental del rio Paraná, que baña la costa del Chaco, es objeto de otra
expedición que lleva a cabo en 1874 el ingeniero Arturo Scclstrang y que
refleja en su obra Informe de la comisión exploradora del Chaco. Es este un preciso informe
acompañado de cartografía que descubre el mundo de ocupantes de las costas chaqueñas
con sus múltiples actividades que dan prueba de la ocupación del suelo y la
explotación de su producción.
Lo
que puede considerarse el conocimiento completo del Chaco y los puntos de ocupación definitiva tiene lugar con
la expedición al Chaco que organiza el ministro de Guerra del presidente Roca,
Benjamín Victorica, en 1884. El plan operativo se basa en columnas que avanzan
desde diversas direcciones hacia el Chaco Central para concentrarse en La Cangaye,
en el corazón de ese territorio. Con las operaciones realizadas la línea de
frontera interior se instala en la costa sur del rio Bermejo, sostenida por una
docena de fortines estratégicamente ubicados. Siguiendo la experiencia de otras
operaciones, el ministro Victorica loma las precauciones para que la suya vaya
acompañada de un grupo de científicos con el propósito de efectuar el mayor relevamiento
y completar el mapa de ese vasto territorio.
Uno
de los problemas que ocasiona la línea establecida en la costa derecha del
Bermejo consiste en que este rio cambia de rumbos en ocasiones o se bifurca en
brazos o sufre correntadas que desbordan sus límites normales. El otro, sin
duda de mayor significación, es que si bien constituye un avance que otorga al
gobierno el dominio de lodo el espacio estrictamente chaqueño según se entiende
hoy, no completa el avance hasta el Pilcomayo, o sea la región actual de la
provincia de Formosa. Esa ocupación será una operación posterior y.se hará no
sin grandes dificultades para llegar a la fecha del Centenario, a la
finalización de las operaciones, que logra la seguridad deseada por los
ocupantes de esas tierras.
La
creación de la Gobernación del Chaco
La
ocupación del suelo que va dejando libre el avance de la frontera requiere el
conocimiento de su geografía, por lo cual es indispensable resolver previamente
la cuestión indígena, que es quien ejerce el dominio en el exterior de esta. La
cuestión indígena es encarada a través de dos vías que en ocasiones no son excluyentes,
siendo la primera programar y llevar adelante una política de pacificación y de
acuerdos con las tribus de modo de integrarlos a la vida civilizada c
incorporarlos al trabajo. Este método se practica en el Chaco y hace que muchos
miles de indios se incorporen pacíficamente estableciéndose en tomo a los
núcleos urbanos o agrupándose en asentamientos propios. El segundo método es el
que se pone en marcha cuando el primero no es aceptado y consiste en entrar a
desalojarlos de las tierras que ocupan mediante los avances de las tropas
nacionales. Este recurso es el que llevan a cabo las fuerzas militares y no
deja de ser cruenta para ambos lados en una lucha que tiene bastante de
heroicidad. Ello hace que la región del Chaco sea la que exige del Gobierno
Nacional el mayor esfuerzo en operaciones militares entre 1870 y 1900, y
encontrando en algunas etnias verdadera resistencia a todo propósito integrador.
Esta es la característica que persiste hasta que, finalmente, se logra ocupar
la región conocida actualmente como Formosa. El espacio chaqueño queda
finalmente fraccionado a partir de 18X4 en dos jurisdicciones, políticas y
administrativas, que llevan por nombre Chaco y Formosa.
Antes
de que ocurra esa decisión destinada a ejercer una fuerte influencia del
listado y de la actividad administrativa de este, el espacio territorial se
consolida a través de la ocupación del suelo mediante la instalación de
poblaciones, la actividad agrícola, ganadera y maderera. Con cierta lentitud
vendrá después la formación de algunos reducidos centros urbanos. La labor
misional de los religiosos franciscanos completa la obra con la formación de
pueblos a partir de sus misiones como lo es el caso más relevante de la misión
primero y ciudad después de San Francisco de Luishi.
El
Gobierno Nacional se compone para 1870 de catorce provincias pero por fuera de
los límites que cada una se reconoce, se acepta que los desacuerdos serán
objeto de negociaciones y acuerdos entre ellas. Se reconoce que existe un
espacio geográfico que se halla fuera de los límites provinciales y que
pertenece a territorio ocupado por los indios y que, a medida que el listado
realiza su avance impulsando la frontera interior hacia los límites exteriores,
se hace necesario disponer de instrumentos políticos a Fin de resolver el
gobierno y la administración de estos. Hilo es visto como una necesidad antes
de iniciar las operaciones de avance que se realizan a partir de 1870, a fin de
disponer de instrumentos legales, previsibles y efectivos, es así que por ley
de la Confederación se dispuso que “todos los territorios existentes fuera de
los limites o posesión de las provincias son nacionales”, con lo que lodo lo
referente a su ocupación y gobierno queda a cargo de las autoridades
nacionales, lista decisión política vale para los territorios a los que nos
referimos, los del Chaco, pero también para los que se encuentran en igual
situación al sur de Rio Negro.
Es
precisamente el territorio del Chaco el primero que obtiene la sanción de un
decreto, creando oficialmente la gobernación del Chaco. Este decreto es de 1872
y lleva la firma del presidente Domingo Faustino Sarmiento y tiene la virtud de
establecer una manera de administrar el territorio. Por ese decreto se designa
al comandante en jefe de las operaciones en el territorio en calidad de
gobernador de los territorios del Chaco. Esta creación es obra de la especial
situación de enfrentamiento que en esos momentos se tiene con el Paraguay por
causa de los sucesos derivados de la guerra de la Triple Alianza. La medida
original asumida por Sarmiento debe ser convalidada por el Congreso que es
quien tiene facultad para determinar la forma de gobierno de los territorios,
liste, al considerar el decreto, lejos de rechazarlo, lo mejora, dictando en su
lugar la ley que lleva el número 576 de octubre de 1872 y que reconoce la
creación del territorio del Chaco y le otorga jurisdicción y atribuciones al
gobernador. La capital del territorio queda establecida en Villa Occidental, en
octubre de 1874, el Congreso sanciona la ley 686, que introduce una
modificación en la anterior ley 576 y fracciona el Chaco en “cuatro cantones
militares" y ordena la fundación de cuatro pueblos. Por ella se crea otra
figura debajo de la figura del gobernador, la de jefe político, lista reforma
tiene por objeto asegurar mejor el orden interior, vigilar la actividad de los
aserraderos y la protección de los colones.
La
situación con Paraguay se toma menos tensa y se llega a un acuerdo de límites
con ese país en 1876, fijando un punto estratégico como límite, que se acuerda
que se establezca en el encuentro del rio Pilcomayo y Paraguay, quedando sin
acordar un espacio en discusión que se decide resolver por medio del arbitraje.
Ambas partes aceptan como árbitro al presidente de los Estados Unidos y el
resultado final de ese arbitraje es que Argentina debe ceder una franja al
norte del Chaco. Eso implica perder la población de Villa Occidental sobre el
Paraguay y perder, al mismo tiempo, la capital del territorio. Esa
circunstancia hace que deba trasladarse transitoriamente la capital a la isla
del Cerrito hasta tanto se establece la capital definitiva. En ausencia de una
población que pueda cumplir ese papel, el gobernador Fontana decide en 1879
crear un asentamiento urbano al que designa con el nombre de Formosa. Entre el
decreto de Sarmiento de 1872 y la fundación de Formosa, se desempeñan en
calidad de gobernadores los jefes militares a cargo del Ejército en esa región,
actuando como secretario de la misma José Luis Fontana, eficiente administrador
y científico que después accede al cargo de gobernador.
Ya
para esos años comienzan a formarse nuevas colonias en base a pequeños grupos
humanos que luego dan origen a pueblos como Empedrado y más al norte Corrientes
y Formosa, que son los que mejor prueban ese esfuerzo fundador. Pero antes de
que lleguen los primeros colonos que se dedican al cultivo de la tierra, se
encuentran los que se dedican al corte de madera para los obrajes improvisados
que comercian con ella. En esas precarias instalaciones se juntan para el
trabajo el blanco que se ha trasladado a esa población, quizás marginado de las
ciudades del sur, junto al indio asimilado pero siempre receloso de los nuevos
ocupantes de su tierra.1’ El Chaco no puede quedar al margen de la
política de inmigración y colonización iniciada por la presidencia de
Avellaneda, cuya ley de octubre de 1X76 da lugar al extraordinario movimiento
inmigratorio, dirigido precisamente, a dar impulso al proceso de colonización y
del cual el Chaco no estará ausente.
Mientras
tiene lugar el avance de las colonias, la seguridad frente al indio no goza de
estabilidad, pues siempre permanecen algunos caudillos indios que se proponen,
en un intento final, paralizar el proceso de ocupación del suelo e impedir que
los obrajes se instalen junto al desarrollo de la ganadería y el cultivo de
plantas tropicales. Ante esos brotes de rebelión, el gobierno organiza algunas
partidas de tropas nacionales con el propósito de impedir esos rebrotes y ello
ocurre en 1889 a cargo del general Lorenzo Winter con la orden de operar en el
Chaco austral. Posteriormente, en 1907, se traslada la División de Caballería
del Chaco para asegurar estabilidad a las colonias, lo que prueba que la
ocupación del suelo se lleva a cabo con cierta inseguridad. La última de las
operaciones militares en ese espacio formoseño se efectúa en 1911. La inseguridad que forma
parte de la vida en la gobernación no impide ser atractiva para muchos, como lo
prueba que para 1914 el total de población instalada asciende a 19.281.
Las
fronteras interiores en 1884
El
fuerte impulso que se produce a partir de 1870 en el avance de las fronteras
interiores se consolida con la decisión que toman el presidente Avellaneda y su
ministro de Guerra, Adolfo Alsina, y cuyos objetivos se expresan en el mensaje
que envían al Congreso pidiendo su colaboración para continuar en forma más
activa el plan de ocupación de las tierra en poder de las tribus indias. No
obstante las dificultades que padece el gobierno en esos momentos se pone de manifiesto
el programa presidencial de no admitir fronteras interiores y eliminarlas con
un plan operativo novedoso. Con esa finalidad, el Poder Ejecutivo se dirige al
Congreso en 1877. proponiendo un proyecto de ley por el cual se autoriza a
“invertir hasta 200.000 pesos fuertes para fundar pueblos, establecer
cementeras, formar plantaciones de árboles y levantar fortines fuera de las líneas
actuales de fronteras”. El presidente Avellaneda no quiere terminar su mandato
sin cumplir el propósito de llevar la línea de fronteras hasta el rio Negro y
para ello cuenta con la voluntad del ministro de Guerra que es quien anima ese
propósito. El ideal de realizar esa empresa lo había expresado en años
anteriores al manifestar que la operación se dirigía a luchar contra el
desierto para poblarlo y no contra los indios para destruirlos. Con ese
propósito Adolfo Alsina pone en marcha el plan en 1876 cuidadosamente
elaborado, planificando operaciones técnicamente bien concebidas para hacer
avanzar la frontera al antiguo limite al que llegara Rosas en 1833. El plan de
Alsina consiste es hacer avanzar gradualmente la frontera expulsando los indios
hasta ocupar Choele Choel, fortificar ese punto y establecer una barrera
militar que impida las incursiones de los indígenas que provienen de la región
del Neuquén y de Chile." La expedición se lleva a cabo bajo la dirección
personal del ministro de Guerra y logra en pocos meses recuperar, en una
primera etapa, un vasto territorio en la provincia de Buenos Aires estimado en
cincuenta y sois mil kilómetros cuadrados do tierras fértiles y acortar el
recorrido de la línea de frontera en algo más de ciento ochenta kilómetros. Le
cabe realizar la operación más difícil y peligrosa de la marcha militar pero no
puede completarla en una segunda y última etapa en razón de sorprenderlo la
muerte en 1877." Habrá que esperar que su sucesor en el Ministerio de
Guerra, que es el general Julio Roca, lleve a término la campaña ya sin graves
problemas, porque la parle principal ha sido realizada por Alsina. El avance
logrado por este ha sido notable pues lleva la frontera desde Azul hasta las
poblaciones de Carhue, Puán y Guamini, quitando a los indios el camino que
usaban para el traslado de las haciendas robadas. Corresponde a Roca la
continuidad de esa campaña, que tiene lugar a principios de 1880 para arribar
el 9 de julio, fecha patria, a Choclo Choel, punto fijado como objetivo final
de la campaña y punto de partida de la ocupación definitiva del espacio que se
extiende hasta el lio Negro. Se ha realizado así lo que Rosas alcanza en 1833
pero no puede consolidar y lo que Alsina iniciara con un resultado de miles de
leguas para la ocupación pacífica del suelo y la instalación de
establecimientos dedicados a la agricultura y la ganadería. El mismo Roca deja
constancia del beneficio que eso causa al país cuando en 1881 al abrir las
sesiones del Congreso expresa: “por esta consideración, para asegurar la
conquista del territorio pampeano, entregándolo a la colonización, libre de
toda eventualidad y para dar ensanche hacia los fértiles valles andinos a la
colonia del Chubut, que no cabe ya en la estrecha cuenca de su rio, he creído
que debía llevar a cabo una segunda expedición contra las dos únicas grandes
tribus que quedan a este lado de la cordillera, la de Sayhueque y la de Renquecurá,
desde cuyos territorios ocupados por nuestras armas se dominará fácilmente toda
la región comprendida entre el Neuquén y el Estrecho”.“ Para 1884, el
Presidente informa como muy próximo el arreglo con las fronteras indígenas y
manifiesta: “espero no terminar el periodo de mi administración contando con
vuestro concurso, sin que el Chaco esté abierto completamente a la población y
a la industria, y asegurados los caminos que de las márgenes del Paraná llevan
a Santiago, Tucumán y Salta los ganados de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, y
sin que los ríos Bermejo y Pilcomayo sean vías prácticas de navegación regular
hasta donde lo permitan sus condiciones”. Roca finaliza su período en 1886 no
pudiendo completar sus aspiraciones que son llevadas a cabo por su sucesor
entre 1886 y 1890.
La
creación de los territorios nacionales
Pocos
años después de la vigencia de la gobernación del Chaco, una situación
semejante vuelve a plantearse para los demás espacios territoriales. Conforme a
la Constitución esos espacios pertenecen a la jurisdicción del Gobierno
Nacional a través de una ley nacional. Esa ley constituye el comienzo de la
organización política de las tierras que quedan fuera de los límites de las
provincias y son considerados territorios nacionales. La solución dada al Chaco
es la primera experiencia en materia de organización y gobiernos en espacios
territoriales a cargo del Poder Ejecutivo y, como tal, tiene la virtud de
inspirar el ordenamiento jurídico que se aplicará con posterioridad. Conforme a
la experiencia adquirida en el funcionamiento de aquella ley para el Chaco, el
presidente Roca decide enviar al Congreso un proyecto de ley que contemple la
creación de nuevos territorios a fin de otorgar autoridades a las nuevas subdivisiones
que, dependiendo del gobierno central, favorezcan el desarrollo local. El
proyecto mencionado va acompañado de un mensaje en el que expresa la
conveniencia de establecer autoridades y fijar sus atribuciones para
administrarlos. Un amplio apoyo encuentra el proyecto del Poder Ejecutivo en el
Congreso y no tarda en ser aprobado para facilitar la labor presidencial, en
octubre de 1884.
Esa
ley crea nueve territorios con límites determinados de un modo general y son
ellos: La Pampa, Neuquén, Rio Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego,
Misiones, Formosa y Chaco. El resto del articulado se extiende en determinar
sobre la forma de división de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Como autoridad ejecutiva se designa a un gobernador, elegido por el Poder
Ejecutivo con acuerdo del Senado. El gobernador es la autoridad local superior
y responsable de la aplicación de las leyes nacionales en el territorio, siendo
al mismo tiempo, jefe de las fuerzas de policía y de guardia cárceles existentes.
El gobernador depende del ministro del Interior y dispone como el primer deber
del gobernador residir en la capital del territorio exigiendo, para que la
legislatura entre en funcionamiento, que disponga de una población de 30.000
habitantes. Los territorios pueden pasar a la categoría de provincias pero la
ley establece que deben reunir una población de 60.000 habitantes. Con la
sanción de la ley 1532 queda resuelto el modo de incorporar políticamente los
antiguos espacios territoriales que
se forman al lograr el objetivo de llevar las fronteras interiores hasta los límites
exteriores. Al darles un estatuto jurídico-político con capacidad de
gobernarse, disponer autoridades, aplicar las leyes de la Nación y ejercer
todas las formas de ocupación del suelo que corresponden a la administración
nacional, más las propias, se produce un cambio fundamental en la formación del listado
Nacional y en la extensión de sus facultades políticas y administrativas.
En
los territorios creados tiene lugar entre 1870 y 1900 un movimiento poblacional
gradual y diferenciado en cada caso, pero en todos bien concreto, con
características diversas, por serlo también las condiciones particulares. El
avance de la frontera produce un fenómeno complejo de relaciones humanas, de
sujetos pobladores y cada uno guiado por motivos distintos. Están los indios
sumisos, los que aun contra su voluntad se ven obligados a conformarse a las
formas de vida del blanco que ocupa sus tierras, aceptando formas de
incorporación a través del contrato de trabajo; los soldados que no temen tomar
por esposas a las indias jóvenes formando un tipo de familia que fácilmente se
afinca en la región; los traficantes ambulantes, verdaderos aventureros que
transitan enormes espacios comerciando productos; los que se establecen como
ganaderos en tierras fiscales y los que, por el contrario, se dedican a la
agricultura o al corte de madera; los grupos empresariales que compran tierras
con dudosas limitaciones y explotan grandes extensiones; los inmigrantes que
solos o en grupo vienen a experimentar una nueva vida en donde dan con tierras
útiles y en ocasiones formando reducidas colonias o villas poblacionales
reducidas. Todas esas situaciones crean una trama variada de relaciones, de
vínculos y conflictos potenciales de carácter social, a la vez que una
tipología del poblador que se adecúa a las realidades del medio geográfico
elegido.
El
aporte de exploradores y científicos
La
generación que participa en la guerra del Paraguay (1865-1869), al regresar de
las trincheras, manifiesta un cierto espíritu colectivo de vergüenza al ver que
el país permanece con fronteras interiores, encerrado por la presión indígena,
y que el Estado se encuentra imposibilitado de ejercer su autoridad sobre el
espacio territorial. Para aquellos años, una de las características de los
estados bien organizados es carecer de fronteras interiores y poseer pleno
dominio de su territorio hasta sus límites exteriores. Esa generación es la que
se propone y obtiene que Domingo Faustino Sarmiento sea Presidente de la
República entre 1868 y 1874, pues confían en su fuerte sentido de grandeza, en
su capacidad ejecutiva para llevar adelante la ocupación del desierto.
Lamentablemente ese propósito no puede cumplirse en ese periodo por causa de
los levantamientos de las montoneras y las consecuencias de la guerra del
Paraguay. Los recursos disponibles, siempre escasos, dirigidos a atender esas
cuestiones impiden derivarlos hacia el equipamiento militar y el avance de la
frontera, lis a la presidencia de Avellaneda (1874- 1880) a quien le
corresponde esa cuestión.
Antes
de que se inicie el avance sobre la frontera, algunos de los integrantes de
aquella generación joven van asumiendo esa realidad y se lanzan en forma
independiente a explorar determinadas regiones geográficas que se hallan en el
interior del territorio ocupado por los indios. Para esa época el mar
territorial se encuentra bajo la vigilancia del extraordinario marino Luis Piedrabuena,
ilustre sostenedor de la soberanía sobre el mar austral.” Él es quien alerta
incansablemente a los presidentes Mitre, Sarmiento y Avellaneda sobre la
necesidad de vigilar, explorar y ejercer actos de dominio sobre todo el litoral
marítimo desde el rio Negro hasta el estrecho c isla de los Estados.
Mientras
este cumple esa estratégica misión en aguas del litoral marítimo, en la parte
territorial tienen lugar las exploraciones más relevantes dirigidas a conocer
geográfica y científicamente las tierras existentes detrás de las líneas
dominadas por las tribus indias. Así en 1869, e! marino Severino Ramírez
explora el curso inferior del río Negro y en 1872 hará lo mismo otro marino,
Martín Guerrico. Por tierra, aunque siguiendo el curso del rio, lo hace el
sargento mayor Mariano Bejarano, desde Carmen de Patagones al llamado País de
las Manzanas, con el propósito pacifico de entrevistarse con el gran cacique Sayhueque,
si bien en realidad el fin verdadero y oculto es reconocer el territorio, cosa
que efectúa y deja en memoria escrita junto con el trazado de un prolijo mapa
mostrando el curso del rio. En 1873, el subteniente de Fragata. Valentín Feilberg,
explora el río Santa Cruz, navegándolo en bote desde su desembocadura hasta el
lago que le da origen y que años después Francisco P. Moreno bautiza con gran
sentido político como Lago Argentino.
La
la figura de Francisco P. Moreno la más relevante de los exploradores jóvenes
de esa generación, pues inicia sus trabajos de reconocimiento del suelo
patagónico en 1873 y emprende su primer viaje para explorar los alrededores de
Carmen de Patagones y continúa al año siguiente con el reconocimiento en los
alrededores del rio Santa Cruz en 1875 realiza su célebre viaje al País de las
Manzanas hasta llegar a los toldos de Sayhueque y compartir con los Araucanos
una breve temporada, en las que Moreno intenta reconocer la región con las
limitaciones impuestas por aquellos celosos ocupantes de la tierra. En 1879
emprende su segundo viaje a las tierras de Saihueque, que resulta
muy accidentado ya que se halla en peligro de muerte y escapa milagrosamente de
ser ejecutado por los indios. Iodos estos viajes quedan reflejados en animadas
páginas narrativas, geográficas y científicas. En los años posteriores a 1893,
Moreno recorre el sector cordillerano que se extiende desde el límite con
Bolivia hasta San Rafael, Mendoza, para continuar recorriendo ese cordón a
partir de 1896 desde San Francisco hasta los canales fueguinos. Este
conocimiento le será vital cuando desempeñe el cargo de Perito en las
cuestiones de límites con Chile, en cuya labor le toca recorrer el sector
cordillerano desde el límite con Bolivia hasta San Francisco, en San Juan, para
continuar explorando desde ese nudo cordillerano hasta el estrecho de
Magallanes. Varios son los libros que escribe, pero el que mejor refleja sus
investigaciones geográficas se encuentra en Viaje a la Patagonia
Austral (1877
y 1879). Hl vasto conocimiento que posee sobre toda la región cordillerana le
es muy útil para cuando el gobierno lo designa en calidad de Perito en la
demarcación de límites con Chile. Su producción es muy abundante y abarca
varios campos científicos.
Otro
joven es quien se ocupa de explorar fierra del Fuego y algunas zonas
patagónicas y dejar varias obras sobre sus descubrimientos. Se trata del
explorador y científico Ramón Lista, quien entre 1873 y 1897 lleva a cabo una
intensa labor de reconocimientos geográficos. Sus descubrimientos quedan
rescatados en varias obras que logra publicar con observaciones de geografía
física, de antropología, arte rupestre, fauna, climatología, entre otros
aspectos que abarcan sus observaciones. Explora en Santa Cruz las nacientes de
este rio y los lagos de esa región y completa sus investigaciones haciendo el
reconocimiento del río Chico y describiendo la geografía del espacio que existe
entre Punta Arenas y Río Gallegos. La exploración de la costa oriental de la Patagonia
lo conduce al estudio de la cultura de los Tehuelches, que tanta atracción
despertará en otros investigadores. Para dar un indicio del extenso trabajo de
campo de este explorador hay que mencionar que ocupa su atención en estudiar
las tierras de la Pampa, Misiones y el curso del Pilcomayo, en donde halla la
muerte. Deja un conjunto de libros, algunos reeditados en tiempos presentes y
numerosos artículos que reflejan los trabajos de exploración que realiza.
Corresponden
al marino Agustín del Castillo la exploración de la cadena cordillerana de
Santa Cruz y costas del Pacífico, y el haber descubierto las minas de carbón,
conocidas posteriormente con el nombre de Río Turbio. Completa sus estudios
sobre esa región explorando el curso de los ríos Santa Cruz y Gallegos. Muy
valiosas son sus observaciones sobre la línea de las altas cumbres de la
cordillera que se internan en Última Esperanza, lo que le permite sostener con
fundamentos geográficos que la cuenca del Payne, del Sarmiento, del Maravilla y
Última Esperanza corresponderían al dominio de la Argentina. La provincia de
Santa Cruz es explorada también por Carlos María Moyano antes de desempeñarse
como gobernador y, mientras atiende ese cargo, le toca ocupar un relevante
papel en la labor de llevar población a esa parle extrema del país así como
promocionar instalaciones ganaderas.”' No menos importante es el aporte que
ofrece Luis Jorge Fontana, quien después de estudiar el Chaco es trasladado al Chubut, cuyo
territorio explora hasta la cordillera e inicia la población de la Colonia el
17 de octubre en
plenas faldas cordilleranas, para culminar su labor explorando la meseta chubutense.
La lista de quienes
forman parte de esa legión de exploradores y científicos no se agola con los nombres mencionados, pues
no fueron menos valiosos los trabajos, los informes, los libros, los mapas que aportan otras
figuras que facilitaron la llegada a las regiones estudiadas de pobladores y colonos. En esta tarea
hay que recordar las contribuciones efectuadas por Pedro Ezcurra, EIcaza Garzón, Alfredo
Baigorri, Santiago Albarracín, Lino de Roa, Martin Guerrico, Antonio Oncto, Francisco Host,
Manuel Olascoaga, Carlos Bunneister, Clemente Onelli, Zacarías Sánchez y Jorge Rohde,
entre otros.
Los
exploradores, los científicos, los cartógrafos, los naturalistas, los
ingenieros, con sus escritos, memorias y estudios van poniendo luz sobre el
inmenso territorio a partir de la década del setenta hasta cubrir con sus
estudios la mayor parte del territorio patagónico, pocos años antes totalmente
desconocido. Los conocimientos que aportan permiten el asentamiento de los que
se aventuran con estancias, explotaciones agropecuarias o madereras y son el
punto de partida para la formación de concentraciones urbanas pequeñas y
reducidos establecimientos ganaderos que manifiestan una efectiva y esforzada
ocupación del suelo. Detrás de las descripciones vienen los pobladores, los
comerciantes en tierra, los productos de la vida diaria, los poseedores de
grandes estancias, seguidos por las instituciones del Gobierno Nacional, la
aplicación de las leyes y las resoluciones de los gobernadores y la aplicación
de las prácticas de la cultura criolla que acentúan los valores éticos,
políticos e históricos como una manifestación de la ocupación del suelo.
La
población en relación con la ampliación de la frontera
El
censo de 1857 pone en evidencia que la población nativa se halla instalada en
el interior de la frontera en forma dominante en centros urbanos, que son
generalmente las capitales de las provincias. El censo de 1 869, realizado con
mayor precisión, ratifica esa línea con un dato más significativo, que consiste
en verificar que la mayor concentración de población se halla en la región este
del país. Así, la ciudad y provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes disponen de 847.518 almas, en tanto el centro conformado por las
provincias de Córdoba, San Luis y Santiago del Estero registra 396.700
personas. Cuyo, formado por Mendoza, San Juan y La Rioja, reúne a 254.440
habitantes, en tanto que el norte formado por Tucumán, Salta y Jujuy dispone de
238.265 habitantes. Dato no menor es conocer que para esos años la tendencia de
la población es del 65,4% adscripta al sector rural y el 34,6% urbana. Esta
situación se ve favorecida por el aumento del espacio territorial que la Nación
va conquistando y la marcha lenta poro estable do personas hacia los nuevos
espacios con la formación de nuevos caseríos, villas y pueblos. La situación
mencionada se revierte en la época del tercer censo de 1895, en donde la
población urbana llega al 57,3% y la rural al 42,7%. En los futuros censos el
porcentaje de población concentrada en los medios urbanos tiende a ser cada vez
mayor. Se da el caso de que ante un aumento de tierras libres a la ocupación,
la población rural decrece y se acrecienta la radicada en las zonas urbanas.
Para
la celebración del censo de 1869, la población total alcanza a 1.839.214
habitantes pero esta asciende con el segundo censo de 1895 a 4.044.911
habitantes, lo que implica un crecimiento del 4.6%, Sin embargo, el gran salto
se da entre esa fecha y 1914, fecha en que se lleva a cabo el tercer censo que
arroja una población total de 7.905.502 habitantes. Entre el segundo y el
tercer censo de población, el Estado nacional realiza un enorme esfuerzo por
llevar a las provincias y a los territorios la instalación de los servicios
esenciales destinados a producir un progreso acelerado, como levantar escuelas,
extender telégrafos y teléfonos, ampliar los ferrocarriles, abrir caminos, con
el fin de facilitar el asentamiento de poblaciones con mejores condiciones de
vida.
La
población asentada en los territorios nacionales evidencia un notable
crecimiento que prueba que los nuevos espacios abiertos han dado lugar a la
instalación de establecimientos agropecuarios, rurales c industriales que
ocupan su suelo. !;.l territorio que muestra el mayor crecimiento de
población se encuentra en La Pampa, que de 25 914 habitantes en 1X95 pasa en
1914 a 101.338 habitantes, seguido de Misiones que de 33.163 pasa a 53.563
habitantes. 1:1 tercer lugar lo ocupa el Chaco, que de 10.422 en 1895 pasa a
46.274 en 1914 Rio Negro le sigue en orden, mostrando que de 9.241 pasa a
42.242 habitantes, siendo con el Chaco la que más crece en radicación de
población Neuquén asciende de 14.157 a 28.866 habitantes, en tanto que Chubut
de una población reducida de 3.748 pasa a 23.065. Formosa, de 4.829 a 19.281
habitantes. Entre las que reciben menos población se halla Santa Cruz, la menos
poblada, que de 1.058 pasa a 9.948 habitantes. En lo que hace a Tierra del Fuego,
el espacio más alejado y también el más abandonado, se observa que el
crecimiento es muy lento, pues pasa de 477 habitantes a 2548.
La
población que se instala en los territorios pertenece en una mayor proporción a
extranjeros provenientes de la inmigración de 1880 a 1914, según estima
Vázquez-Presedo. "La participación de la inmigración neta señala este
autor- en el crecimiento anual de nuestra población había llegado en aquel
periodo excepcional a niveles entre 60% y 80% en la década de los ochenta y
entre el 50% y el 60% en 1905-1913. El primer censo nacional de 1869 reveló
solo un 11,5% de extranjeros sobre 8 millones. El país había recibido una parte
muy importante de la inmigración italiana y la mayor parte de los emigrados
españoles después de la guerra de Cuba, pero muy pocas personas de la Europa
Central y Boreal".
El
ingreso de la inmigración masiva entre 1857 y 1920 es de enorme influencia en
el país, pues no solo contribuye a acrecentar la población y su radicación en
muy buena parte en las colonias instaladas en las nuevas tierras recuperadas
con la ampliación de la frontera interior, sino que gravita considerablemente
en otras manifestaciones de la cultura nacional enriqueciéndola y
diversificándola. Sin embargo, como ese ingreso inmigratorio se corresponde con
una etapa de mucho crecimiento económico y productivo, se produce un proceso de
radicación de esos inmigrantes en la vida urbana al ser demandados por las
actividades de la producción y los servicios.
Hay
una parle de la inmigración que se dirige a formar villas, pueblos y colonias
en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos,
Córdoba,
Tucumán, Misiones y Chaco, mientras que el resto del (lujo migratorio se
asienta en las provincias del Litoral y la Patagonia.
Ya
para cuando se ejecuta el censo de 1895, no son pocos los indios incorporados
pacíficamente a la vida civilizada en labores de ganadería y agricultura y en
actividades menos tradicionales como el servicio en las filas del Ejército y la
Marina. El censo de ese año no los olvida y trata de censarlos, labor que puede
realizarse en forma parcial por razones de ubicación física y dificultades de
llegar hasta sus asentamientos para empadronarlos. Para 1895, el censo informa
que el número de los que quedan fuera del empadronamiento debe calcularse en
unos 30.000. En el tercer censo de 191-1 se logra empadronar a un número
parcial de indios, pues el censo registra solo 18,425, pero estima que quedan
fuera de ese registro unos 20.000 más que no han podido ser entrevistados. No
hay precisión en ambas informaciones las cuales si bien son de interés para las
autoridades del censo, no lo son tanto para quienes deben ejecutarlos, por las
dificultades que se producen para ubicar a los grupos radicados en zonas
alejadas de los núcleos urbanos. La política pública respecto a este
conglomerado autóctono es por aquellos años bastante errante y carente de
aciertos, por lo que se advierten las dificultades para obtener una verdadera
integración. La posesión de la tierra ha sido el factor más injusto practicado
con la población indígena, pero también con los que se asientan en los espacios
territoriales sin recursos o conocimientos para gestionar títulos de posesión
de las tierras que ocupan, siendo desplazados por los compradores hacia el
interior de la frontera boscosa, las tierras altas y sin condiciones propias
para mantener rodeos o el cultivo agrícola. Ese arrinconamiento que se produce
tanto en el norte como en el sur del país implica la ausencia de una política
inteligente que no solo hubiera mostrado un espíritu de justicia, sino también
la realización de una política demográfica de integración.
La
población indígena después de que se produce su desplazamiento de las tierras
que habitaban no es una preocupación dominante ni se la tiene en cuenta en las
políticas de población que ejecutan las autoridades, como lo prueba el esfuerzo
puesto para atraer a la población inmigratoria, en tanto olvida al indio. Id
espíritu que anima en este tema a la generación del '80, a la del '95 y a la
del centenario, se halla dominado por las ideas alberdianas respecto a cómo
poblar y su desconfianza hacia el nativo para sor agente de progreso. Id indio
no ocupa ninguna prioridad en los programas de los gobiernos nacionales, como
no figura en las preocupaciones de la casi totalidad de quienes gobiernan los
territorios en aquellos decenios, por lo que se produce la postergación o el
olvido del indio apenas se cierra la frontera en 1890.
El
cierre de la frontera interior
Las
generaciones que ingresan a la vida pública después de la guerra del Paraguay
manifiestan coincidencias en los grandes objetivos que deben darse para que la
Nación adquiera los rasgos que poseen las naciones europeas y los listados
Unidos, Ll perfil de Nación se caracteriza por disponer del pleno dominio de su
territorio, delineados con precisión sus límites territoriales, y el ejercicio
pleno por parte del estado en todas las formas posibles. Todo ello, además,
reflejado en sus estadísticas, en su cartografía, en sus memorias oficiales, en
sus símbolos representativos, Ll ejercicio de la soberanía no admite que en su
interior actúe otro factor de poder que el propio estado, ni población que no
se inserte en la trama total de la sociedad.
Este
patrón es el que ordena la política nacional a partir de la solución de los
grandes problemas nacionales como son los que faltan en 188Ü: designar la
capital definitiva de la República y resolver la cuestión de la frontera
interior. El de la capital queda resuelto ese mismo año y el del indígena, que
ocupa una parte considerable del territorio heredado, ha comenzado a resolverse
pero de una manera insuficiente después de 1870 a través de una presión
ejercida sobre la línea de toda la frontera, fruto de esa decisión comienza a
producirse en la cultura nacional el fortalecimiento de la conciencia
territorial que en años anteriores aparece adormecida por las cuestiones
domésticas. La generación de los científicos, geógrafos, exploradores y
cartógrafos le otorga un fuerte impulso a ese sentimiento al demostrar que
detrás de esa línea fronteriza se ocultan espacios llenos de belleza, tierras fértiles
para la agricultura y ganadería, ríos con aguas abundantes y navegables,
bosques útiles a la industria y reservas mineras como petróleo y carbón. Todo
ello no hace más que afirmar el sentido de grandeza al que parece destinado el país,
siendo necesario avanzar con una buena administración, favoreciendo las
energías productivas, la iniciativa privada, las inversiones y el
acrecentamiento de las comunicaciones y del transporte.
Mientras
la línea de frontera interior avanza hacia los límites exteriores, se produce
el desplazamiento de la población que acompaña ose proceso, ejerciendo la
ocupación del suelo por obra de la colonización y la presencia de los servicios
de estado. La presión sobre esa frontera se acrecienta en forma acelerada a
partir de 1880, y en 1885 se produce la rendición de las tribus que ocupan el
territorio de Las Manzanas, Neuquén, con lo que la pacificación del indio
parece llegar a su etapa final. En el mismo momento que ello ocurre, todo el
territorio de Chubut y Santa Cruz es cruzado por exploraciones y
reconocimientos científicos reflejados en la cartografía, en los libros que los
actores producen y en la difusión que esos resultados adquieren en el
periodismo, los grandes arreos de ganado lanar comienzan a cruzar la Patagonia en
todas las direcciones, en tanto que la Pampa Bonaerense los expulsa por
preferir destinar sus tierras a los vacunos, en camino de constante refinación.
Este proceso de tecnificación y de preparación para los frigoríficos y la
exportación está destinado a perfeccionar el comercio de carnes y el mercado
exportador. Las colonias ocupadas por inmigrantes surgen en las provincias del
Litoral, Centro y Norte del país, con tendencia a convertirse rápidamente en
pueblos y ciudades
Para
1890 la extensión completa del país ha dejado de ser un espacio desconocido. El
misterio que lo había rodeado desaparece con rapidez en menos de veinte años y
la antigua solé- dad que reinaba solo interrumpida transitoriamente por las
tribus errantes, comienza a sentir el murmullo de las instalaciones industriales
y de la ganadería. Es a partir de esa fecha que el país real coincide con el país
político que le otorga el destino y llega hasta las fronteras históricas y cuya
marcación ha comenzado a ser un objetivo prioritario del Gobierno Nacional.
Al
abrir las sesiones del Congreso en 1884, el presidente Roca anuncia que el
cierre de la frontera se halla próximo, “El Ejército —manifiesta— vigila al
presente los vastos territorios de la Nación, desde el Pilcomayo y Misiones
hasta la Patagonia y Tierra del Fuego. No cruza un solo indio por las extensas
pampas y se fundan establecimientos industriales de importancia, bajo la
salvaguardia de los acantonamientos militares; la población de cinco provincias
se desborda en soledades y el valor de esas tierras sube en proporciones
inesperadas (...) Nuestros acantonamientos militares del sur están situados al
pie de los Andes que son al fin nuestra actual y definitiva línea de frontera
(...) Varios destacamentos han expedicionado cruzando la Patagonia y el jefe de
la Oficina de Ingenieros Militares se encuentra recorriendo la parle austral
del territorio para completar el plano general de la República, mientras otras
expediciones científicas practican provechosos reconocimientos en las regiones
más apartadas (...) Los estudios hidrográficos se efectúan con empeño y éxito
en nuestras extensas costas marítimas y fluviales hasta sus últimos
confines".“
El
cierre de la frontera significa que en 1890 han desaparecido las fronteras
interiores para llevarlas hasta los límites exteriores de la Nación, dando
lugar a la expansión de las fuerzas civilizadoras, la recuperación del dominio
sobre todo el espacio territorial, con pleno ejercicio de la soberanía y una
población que se dispersa ocupando sus tierras y dedicada a la producción. Con
esa representación no simbólica sino real, el país está demostrando al mundo
que la nación Argentina se conforma al modelo de los que ocupan el primer
puesto. Ya no hay dos mapas mostrando el país teórico y el país real sobre el
cual el Estado ejerce poder, sino un solo mapa que refleja a la Nación en pleno
dominio de su espacio territorial.
La
representación cartográfica
El
cierre de la frontera tiene en la representación simbólica del país otra
consecuencia que la corona y a la vez la certifica, la cual es la aparición de
la cartografía que la representa. Hasta entonces el lenguaje de los discursos
oficiales, sus memorias y descripciones del avance colonizador en todas las
direcciones resultaba insuficiente y no expresaba con elocuencia el fenómeno
que se venía produciendo y que hacía a la esencia de su identidad en el
concierto de naciones.
La
insuficiencia a que hacemos mención se la repara con el lenguaje simbólico que
ofrece la cartografía, el mapa ya no parcial, sino el mapa del país que refleja
la representación de la Nación. Antes de 1890 se han dado a la publicidad
numerosos mapas parciales del territorio, referidos a mostrar aspectos
puntuales del espacio territorial, sin que falten quienes, aprovechando lo conocido
y rellenando espacios sobre los cuales apenas se poseen algunas descripciones,
se han animado a trazar lo que han llamado el mapa de la República Argentina.
Sin embargo ninguno de ellos ha sido reconocido como oficial o representativo
verdadero del país.
Hay
que esperar a 1885 para que el Instituto Geográfico Argentino, organismo de
investigación que ha sido centro decisivo de muchas exploraciones en todas las
direcciones geográficas, se decida a asumir el papel de trazar la
representación del país en lo que llama Atlas de la
República Argentina,
que si bien no ostenta el reconocimiento oficial, representa el esfuerzo más
avanzado que hasta esa fecha se tiene realizado. Para dar idea del trabajo
programado basta decir que después de comenzar en 1885 se concluye recién en
1892. Sin embargo, ese mismo Instituto, no conforme con el trabajo realizado y
para completarlo con un aporte más definitivo, publica en 1896 lo que llama Mapa (le la
República Argentina.
Esta obra cartográfica representa el saber cartográfico que sobre el suelo de
la República se ha logrado y que se confecciona teniendo datos certeros para su
escala. No es este tampoco el mapa oficial pero las autoridades no
lo desconocen y es aceptado como la representación cartográfica más completa y confiable que el país puede
ostentar. Sin proponérselo, quienes contribuyen a la confección de esa pieza cartográfica
ofrecen la imagen de la unidad territorial, ya que muestran un territorio único bajo el ejercicio
soberano de un Estado cuyo poder de soberanía se extiende hasta el límite de
las fronteras exteriores, liso mapa es el que se lleva a las exposiciones
universales no como exposición teórica, sino real de la República Argentina.
El
Estado y el dominio del suelo
La
desaparición de la frontera interior y la gradual ocupación que las colonias y
los emprendimientos humanos dirigidos a establecerse en las nuevas tierras
abiertas al fruto del trabajo implicarán para el listado variadas cuestiones
nuevas, todas relacionadas con su función de gobierno. La primera y principal
es la relacionada con las tierras fiscales y los reclamos efectuados para que
se favorezca la transferencia a manos privadas de la tierra mediante su venta
pública, seguido por la necesidad de abrir caminos, ampliar la extensión de los
ferrocarriles, verificar la navegación de los ríos y la apertura de
comunicaciones. En la medida en que el listado concurre a prestar esos
servicios se va realizando con mayor magnitud la ocupación del suelo. Esto en
cuanto a que la ocupación no puede ser reducida a la sola presencia de personas
físicas, debiendo por el contrario hallarse acompañadas por la presencia de las
instituciones administrativas y políticas del estado, transmisoras de valores
nacionales y por la plena vigencia de las leyes nacionales. Sin embargo, la
apropiación del suelo por los particulares no es suficiente representación
simbólica del paso del dominio indígena a la civilización, siendo preciso
agregar que el Estado con sus instituciones y servicios ofrece imágenes simbólicas
del poder y ejercicio de la soberanía. La presencia del Estado por modesta que
sea, el reconocimiento de sus autoridades así como el uso de la bandera
nacional y la vigencia de sus leyes son signos representativos evidentes de la
Nación.
La
ocupación del suelo se manifiesta de un modo inmediato en las medidas de
carácter administrativo tomadas por el gobierno que evidencian su presencia-a
través de comisarios de colonias, como el que desempeña Antonio Oneto en la
colonia galesa o tornando otras medidas para articular la colonización con los
programas de los gobernadores. Tal es el cuso de las instalaciones de las
prefecturas marítimas y oficinas de aduana en la costa patagónica de Bahía
Blanca a Tierra del fuego, así como la incorporación de los Transportes
Navales, un servicio de comunicación y carga que la Marina pone en
funcionamiento por más de veinte años al servicio de los pobladores asentados
en el litoral marítimo desde Rio Negro hasta Ushuaia.
La
mayor parte de las nuevas villas y pueblos que se van dando sobre lodo en el
interior del territorio del Chaco, donde los primeros fortines avanzados y los
pueblos de misiones establecidos por los religiosos de Propaganda Pide se van
convirtiendo en pueblos prósperos y liberados a su propio crecimiento. Igual
situación se produce en el territorio patagónico, donde la población se reúne
en torno a los fortines ubicados estratégicamente y que tienen por misión
impedir la irrupción de partidas indias depredadoras que se ocultan en las
estribaciones de la cordillera. En 1898, al menos en la parte correspondiente
al litoral marítimo, desde Buenos Aires hasta Punta Dúngenes se instala el
telégrafo, en tanto que el servicio de correos es el primero en entrar en
funcionamiento a medida que se corre la frontera. También se da con las
primeras escuelas de gestión pública o de iniciativa privada, con obras de
canalización y navegación de los ríos, como sucede con la escuadrilla que
navega el rio Negro entre 1880 y 1911."
El
proceso de ocupación del suelo se repite con más fuerza en la Pampa bonaerense
donde no tarda en ser surcado por telégrafos, teléfonos y trazados de caminos y
la actividad agrícola y ganadera vinculada a Buenos Aires, en tanto crece el
movimiento en los puertos de Mui del Plata y Patagones. Con menor celeridad se
manifiesta igual proceso con la presencia del Estado en los territorios
ubicados en el Gran Chaco, norte de Santa fe, parte de Santiago del
Estero,
Chaco y Formosa, donde la corriente de
colonos encuentra más facilidades que en la Patagonia para radicarse, dando forma a un tejido de colonias de
predominante composición inmigratorias. Los campanarios de las iglesias,
surgidas de la religiosidad popular, manifiestan la presencia de vida doméstica
y productiva.
Tanto
en el centro del país como en la Patagonia
y el noreste,
la cuestión capital para aquellos que se internan en su suelo para asentarse la
constituye la posesión de la tierra. Disponer de ella es básico para consolidar
la radicación de la población por lo que el gobierno debe atender ese reclamo
por parte de los que ocupan tierras fiscales sin posibilidad de adquirirlas
privadamente. El Gobierno Nacional no siempre supo disponer de políticas bien
definidas al respecto ni obrar con decisiones justas y equilibradas. Los
reclamos de los colonos se manejan sin criterio uniforme y se resuelven en una
proporción menor a los reclamos. No obstante esta deficiencia de la política
estatal que impide el acceso a la propiedad de las tierras son muchos los que
se aventuran a ocupar el suelo, cultivar la agricultura y acrecentar la
ganadería paras dar forma en pocos años a la riqueza del oro blanco, la
producción de lana.
Al cierre de la frontera en
1890, a pesar de las debilidades propias de las múltiples cuestiones, se
manifiesta con claridad la consolidación de la unidad de la Nación y el
listado. I-I carácter simbólico y geográfico que esto significa evidencia que
el país ha entrado en el modelo de una nación relativamente moderna y quienes
han realizado esa obra sienten que han cumplido con el mandato constitucional
de poblar el amplio espacio territorial abriendo las puertas del suelo a
quienes han querido radicarse eligiendo libremente el punto geográfico. 1:1
país con dos rostros, el de la barbarie y el de la civilización, ha
desaparecido, pero ello no implica que se den en forma equilibrada dos culturas
opuestas, como lo son la que representa la civilización y la que se ha quedado
en el tiempo y reducida a una resistencia que no tiene posibilidad de
mantenerse. Civilización es la desaparición de la frontera interior como
divisoria de dos culturas opuestas, es la que está representada por los
colonizadores nativos y los que provienen de la inmigración, junto al aporte
del Estado, que se ha impuesto, no obstante errores y debilidades, asegurar el
ejercicio de la soberanía, acrecentar la población y sentar las bases de una
nacionalidad singular y de una nueva Nación.
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