
Diocleciano asumió el trono imperial en el año 284
aclamado por el ejército, lo cual manifestaba la tendencia que se siguió para
la elección de los emperadores desde 235 y que es vista por la historiografía
con la denominación de “anarquía militar” que signó todos esos años. Durante
este período, los emperadores fueron soldados que llegaron al poder luego de
sucesivas luchas por el trono, que permanecieron poco tiempo en él y cuyas
muertes fueron violentas. La situación que debió asumir al momento de su
llegada al poder era grave en diferentes aspectos: las fronteras exteriores
estaban rotas, los germanos y los persas se introdujeron en los territorios
romanos aprovechando que el ejército se había mantenido en las regiones del
norte y del noreste en situación sólo defensiva, y el sostenimiento de este
doble frente lo debilitaba aún más. La violencia también encontró su
contraparte en el interior habiéndose generado luchas civiles por el poder que
llevaron a numerosos conflictos sociales. La economía sufrió los desajustes de
las guerras, ocasionando una depresión manifestada en la disminución de la
producción agrícola e industrial así como una inseguridad general, inflación y
baja en la población.
Fue fundamental para su trascendencia la imposición
de una nueva forma de enfrentar la debilidad de la sucesión imperial a través
de la tetrarquía (gobierno de cuatro); su finalidad era neutralizar a los
diferentes pretendientes al trono y repartir las grandes tareas políticas y
militares. Nombrándose augusto de Oriente, nombró a Maximiano augusto de
Occidente, teniendo cada uno de ellos un césar, Galerio en el caso oriental y
Constancio Cloro en el occidental, que los sucedería al momento en que los
augustos renunciasen a continuar en sus mandos, designando éstos a su vez a los
siguientes césares. Estos cuatro cargos tenían una función activa y coordinada
tanto política como militarmente en las fronteras y Diocleciano dirigía de
forma centralizada al sistema; cabe
acotar que la seguridad del mismo descansaba en la palabra empeñada por cada uno de los integrantes, de lo cual se puede deducir su debilidad. Sin embargo, la larga duración de su reinado, otorgó al período prosperidad política y militar que ayudó a legitimarlo. En el año 305 en que se pone en funcionamiento la maquinaria de traspaso, comienzan las luchas por el poder dado que se carecía de una figura fuerte que lo liderara.
acotar que la seguridad del mismo descansaba en la palabra empeñada por cada uno de los integrantes, de lo cual se puede deducir su debilidad. Sin embargo, la larga duración de su reinado, otorgó al período prosperidad política y militar que ayudó a legitimarlo. En el año 305 en que se pone en funcionamiento la maquinaria de traspaso, comienzan las luchas por el poder dado que se carecía de una figura fuerte que lo liderara.

Desde ya que los documentos que hablan de
Constantino resultan ambivalentes, puesto que dependen de la política religiosa
y su adhesión al cristianismo. Los autores cristianos (Eusebio de Cesarea, Lactancio)
lo defienden hasta transformarlo en un santo, en cambio los aspectos seculares
de su gobierno deben buscarse en Zósimo. Entre los historiadores modernos
también cabe observar las posturas abiertas o encubiertas que defienden. Es así
que escribir sobre Constantino representa optar entre fuentes conflictivas o
bien, adoptar una postura ante Eusebio, cuya Vida
de Constantino representa una
especie de biografía cristiana del emperador.
La obra de Constantino en materia religiosa es
considerada revolucionaria puesto que otorgó al cristianismo la calidad de
religión válida dentro del Imperio y su conversión le proporcionó ser una
religión favorecida de todas maneras, a diferencia del paganismo. Hasta el
siglo IV el cristianismo fue una religión más, sin embargo fue perseguida
varias veces gracias a las decisiones de sus miembros de evitar participar en
las festividades políticas, y, en última instancia por Diocleciano, que en el
año 303 inició una de las persecuciones más severas, aunque su desarrollo en las
diferentes regiones fue irregular. Esto fue lógico por el marco de la ideología
de la tetrarquía que llevó a buscar un control sobre las creencias y una
sanción moral a quienes no aceptasen el carácter religioso de la autoridad
tetrárquica. En 311 Galerio ordenó el cese de la persecución. El Edicto de
Milán establecido en 313 confirmó la tolerancia religiosa, es decir, tratar a
los súbditos paganos y
cristianos en pie de igualdad; aunque fue atribuida a Constantino, se trató en realidad de una carta imperial enviada por Licinio y promulgada por convención en el nombre de los dos.
cristianos en pie de igualdad; aunque fue atribuida a Constantino, se trató en realidad de una carta imperial enviada por Licinio y promulgada por convención en el nombre de los dos.

Desde la muerte de Constantino en 337 sus hijos
continuaron reinando con un imperio dividido: Constantino II, que fue muerto en
340 mientras intentaba invadir el territorio de Constante en el norte de
Italia; Constante que se había encargado de Occidente falleció en 350, por lo
que Constancio II reinó solo y sin heredero hasta 361, siguiendo los
lineamientos generales dados por su padre, con la diferencia de que apoyó a la
secta arriana.
Juliano (361-363) era hijo de Julio Constancio, uno
de los hermanastros de Constantino, que salvó su vida junto a su hermano mayor
de la masacre que se efectuó contra su familia a favor de los hijos de
Constantino. A la muerte de Constancio II le sucede, con la característica de
ser un pagano, defensor a ultranza de las antiguas creencias. Su historia está
asociada con la batalla ante germanos y persas, ante los cuales muere en el año
363. Su sucesor Joviano se vio en la difícil situación de tener que negociar
condiciones de paz que incluían la cesión a Persia de una fortaleza fronteriza
en Nisibis. Con la muerte de Juliano finalizaba el período de gobierno dirigido
por la familia de Constantino.
Muerto Joviano en el viaje de regreso de la campaña
militar contra Persia, fue elegido emperador Valentiniano por los mandos del
ejército y los altos funcionarios civiles. Permanece como augusto de Occidente
desde 364 hasta 375 y de Oriente Valente desde 364 hasta su asesinato en la
batalla de Adrianópolis, en el año 378. Luego de tres años en el gobierno, el
primero cayó gravemente enfermo y cuando se recobró nombró a su hijo Graciano
de ocho años su sucesor. En Oriente se hizo cargo Teodosio, quien reinó hasta
395. Durante este período hubo momentos en que reinaron varios augustos de
manera simultánea pero el Imperio no había llegado a dividirse hasta que murió
Teodosio. Sus dos hijos Honorio y Arcadio acabaron gobernando las dos partes
del territorio, Occidente y Oriente respectivamente.
Estos últimos años de reinado estuvo signado por
luchas dinásticas por el poder enlazadas con el tema religioso. Ya los hijos de
Constantino se dividieron el poder con peleas que culminaron con Constancio II
gobernando hasta 361 y allí ubicamos como muy diferente a Juliano, dado que
restauró el paganismo aunque con un gobierno de corta duración.

La segunda tiene su momento de mayor crisis con la
presión huna sobre la frontera este, especialmente en el último cuarto del
siglo, en que el Imperio se vio imbuido de una serie de invasiones violentas
que lograron romper el limes romano. Sin embargo, ya Constantino había pasado los
primeros años de su reinado dirigiendo un ejército romano contra las tribus de
los francos en la Galia. También con él se habían desarrollado hostilidades
entre Roma y la Persia sasánida, la cual dejó a su hijo Constancio II una
herencia de campañas en Mesopotamia. Juliano continuó las campañas en la Galia
derrotando a los alamanes y atacó a los francos, aunque la situación se tornaba
difícil puesto que el ejército romano no era superior al de los bárbaros y los
problemas que planteaba a largo plazo entrañaban una peligrosa mezcla de
acciones militares, iniciativas diplomáticas y concesiones.
Los godos, por un lado, representaron un peligro
cuando entraron al territorio romano. El mayor desastre fue la batalla de
Adrianópolis en la que fue derrotado y murió el emperador Valente; junto a
otros pueblos, como los francos y los alamanes, se constituyeron en un factor a
tener en cuenta. Hacia el siglo IV era evidente que tenían un gran control
sobre zonas de territorio al norte del mar Negro, entre el Danubio y el Don.
Los visigodos comenzaron un raid desde los Balcanes hasta Italia que tendría
graves consecuencias en el siglo siguiente. Alanos y vándalos, por otro lado,
fueron los dos grupos que iniciaron un recorrido por diferentes provincias
latinas para asentarse y provocar,
lentamente, la separación del territorio. Teodosio, al final del siglo IV, efectuaba un tratamiento que era habitual en la relación con estas tribus: el ofrecimiento de dinero y provisiones. Empero, no fue suficiente para encarar los problemas fundamentales transcurridos desde 395 hasta 410 en que Alarico se convirtió en líder de los visigodos.
lentamente, la separación del territorio. Teodosio, al final del siglo IV, efectuaba un tratamiento que era habitual en la relación con estas tribus: el ofrecimiento de dinero y provisiones. Empero, no fue suficiente para encarar los problemas fundamentales transcurridos desde 395 hasta 410 en que Alarico se convirtió en líder de los visigodos.

Diocleciano instauró una serie de cambios en
materia militar, que incluyó una reorganización administrativa del territorio y
la presencia de unidades especiales dentro del ejército: tropas especiales de
choque, divisiones de infantería de asalto, una guardia de corps imperial. Su
estrategia era el retorno a fronteras estables y la prepotente seguridad, la
construcción de vías y fortificaciones, un sistema de reclutamiento anual,
entre otras. Constantino estableció un cambio fundamental en la estrategia
romana: organizó un gran ejército de campaña móvil (quizá de 100.000 soldados o
más) con tropas sacadas de las fronteras, con lo cual dejaba a éstas
debilitada. La defensa partía de la idea de que las fronteras no eran
impenetrables y que los ataques exteriores podían sobrepasarla. En tanto, estas
invasiones podían ser contrarrestadas mediante el sostenimiento de un sistema
de fortines con una unión fuerte y un ejército móvil dentro del Imperio. Los
primeros resistirían el ataque contando para ello con provisiones mientras que
el segundo se apresuraría a llegar hasta el lugar atacado cuanto antes. A nivel
general esta estrategia dio resultados positivos aunque con dos consecuencias:
la tropa móvil pasó a ser central en los enfrentamientos y se esperaba que
hiciera el gasto de lucha, mientras que la fronteriza cayó en un lugar muy
secundario; se socavó a la infantería romana puesto que las unidades móviles
con la caballería, tendió a ser favorecida.

El estado romano tardoantiguo intervino en la
escala social para garantizar la permanencia de ciertas estructuras que eran
beneficiosas para sus intereses. A este respecto se encuentra toda una legislación
que fijaba el carácter hereditario de la pertenencia a ciertos grupos y
subgrupos, como los cohni y los curiales. Por ello en obras antiguas aparece esta sociedad
denominada como “sociedad de castas”. Sin embargo, los últimos avances en el
período tardoantiguo desmerecen esta contemplación y autores como Cameron han
dado un vuelco a estas consideraciones ampliando sus perspectivas de que la
movilidad social era un hecho cierto, e incluso en ocasiones promovido por el
mismo Estado cuyo discurso no lo evidencia.
La clase senatorial se benefició de la crisis del
siglo III incrementando su riqueza. Estos terratenientes tenían al menos una
casa en la ciudad, en la cual vivirían rodeados de lujos, además de grandiosas
fincas que muchas veces ni siquiera pisaban. Sin embargo, su mantenimiento era
costoso puesto que tenía gran cantidad de subalternos y un complicado sistema
de producción y suministro de bienes. Como rasgo típico del Bajo Imperio, estos
terratenientes se dedicaban a buscar el beneficio propio con otros individuos
de su misma posición, y a efectuar transacciones que representaban dadivosidad
y ostentación. En este sentido, el marco en el cual se realizaban las
negociaciones no sobrepasaba el de sus latifundios o el de sus amigos con lo
que la relación económica tenía una apariencia de tipo patronal.
Los senadores y su clase se vieron incrementados
durante el siglo IV gracias a la creación de un segundo senado en la nueva
ciudad de Constantinopla creada por Constantino, que se sumaba al romano. La
vieja clase ecuestre cayó en desgracia y acabó desapareciendo cuando sus
funciones fueron asumidas por los senadores. Hacia el año 372 Valentiniano I
estableció una jerarquía de clarissimi, cuya cabeza eran los spectabiles y, por encima, los illustres; cada uno de estos títulos desempeñaba determinados
cargos y

El papel desempeñado por los nuevos senadores era
muy diferente del desempeñado durante el Alto Imperio. Durante el siglo III,
Constantino empleó a miembros de las grandes familias romanas en su
administración: como correctores, como gobernadores de las provincias italianas, como
prefectos de la ciudad de Roma y en los puestos que ya eran honoríficos, de
cónsules.
Los ciudadanos del Bajo Imperio se caracterizaron
por tener un alto grado de competitividad y alcanzar un estatus y acceder a la
riqueza y los privilegios. Esta cuestión se observa en el desempeño de los
hombres en la burocracia imperial, puesto que estos cargos permitían librarse
de ciertas obligaciones y ser muy lucrativas. Por ejemplo, los curiales de los municipios tenían grandes talentos y el
gobierno incluso dictaba medidas para obligarlos a sostenerse en sus cargos,
puesto que tenía necesidades económicas y administrativas que ellos
solventaban. La idoneidad de sus ocupantes era fundamental ya que sobre ellos
recaían las responsabilidades financieras y las obligaciones fiscales a nivel
local.
Tenemos que hablar de que la sociedad tardoantigua
tenía un alto grado de movilidad social, y los cargos oficiales y cortesanos
mostraban una tendencia natural a incrementarse a causa de la atracción que
ejercían. Los cargos imperiales pronto adquirieron prestigios similares a los
militares, con lo cual se veían recompensados. Sobre todo la burocracia y el
ejército son las dos instituciones que se vieron afectados por esta movilidad,
que además vino de la mano del Estado. La Iglesia acabó por sumarse a esta
escala. Una de las vías clave por las cuales se veía ascender a determinados
individuos era la educación. Uno de los ejemplos más claros está representado
por san Agustín, de quien tenemos considerable cantidad de fuentes y puede
hacerse una lectura bastante aproximada de las relaciones sociales que lo
llevaron al lugar donde se situó.
Otro de los rasgos que caracterizaron al sistema
administrativo del Bajo Imperio fue el patronazgo. En este caso, encontramos
que nuevos individuos con poder secular y también religioso aparecieron para
ocupar el lugar de protectores de los más débiles por parte de los ricos. Estos
nuevos actores, que pudieran ser obispos o funcionarios estatales,
trajeron un quiebre del equilibrio existente. Por ejemplo, en el año 415 una ley permitía a las iglesias constantinopolitanas y alejandrinas quedarse con las aldeas que tuvieran bajo su protección a cambio del pago de sus respectivas deudas fiscales. También encontramos que la dependencia y el “trabajo obligado” eran también característicos de la época tardoantigua. A su vez, la práctica de distribuir alimentos, pan o trigo, aceite y carne de cerdo, que venía haciéndose desde tiempos antiguos en Roma, continuó efectuándose tanto en esta ciudad como en Constantinopla.
trajeron un quiebre del equilibrio existente. Por ejemplo, en el año 415 una ley permitía a las iglesias constantinopolitanas y alejandrinas quedarse con las aldeas que tuvieran bajo su protección a cambio del pago de sus respectivas deudas fiscales. También encontramos que la dependencia y el “trabajo obligado” eran también característicos de la época tardoantigua. A su vez, la práctica de distribuir alimentos, pan o trigo, aceite y carne de cerdo, que venía haciéndose desde tiempos antiguos en Roma, continuó efectuándose tanto en esta ciudad como en Constantinopla.

La legislación constantiniana continuó con las
medidas introducidas por Diocleciano, restringiendo la libertad de movimientos
de decuriones y coloni. Las cargas fiscales que recaían sobre los primeros eran
importantes, tanto que los descontentos frecuentes debieron ser reprimidos.
Asimismo, se prohibió a los segundos a abandonar las tierras que trabajaban,
cuestión que también tenía severas consecuencias, a veces asimilándolos con los
esclavos.
Respecto de la esclavitud y del “modo de producción
esclavista”, tan mencionada en la bibliografía y sobre la que hay múltiples
opiniones, puede afirmarse que funcionó en Italia, aunque también existía la
mano de obra remunerada en los momentos de cosechas, por ejemplo, en las
grandes haciendas. Sin embargo, y de acuerdo al desarrollo de los diferentes
momentos bélicos, que promovía un incremento de la esclavitud, ésta siguió
existiendo a lo largo de la Edad Media hasta que fue asimilada por los
campesinos.
Hubo repercusiones importantes en cuanto a que los
cristianos se adentraron en el mundo del arte y construyeron importantes
edificios, como iglesias, basílicas, establecimientos clericales de baños —en
Italia fundamentalmente— esculturas y otras, aunque es difícil su evaluación.
Respecto a la vida cotidiana del Bajo Imperio, las
fuentes cristianas incorporan una perspectiva que hasta ahora no había
aparecido: la de personas de baja condición social. Si
Si seguimos el planteamiento de Georges Depeyrot, su mirada
de la crisis e inflación entre la Antigüedad y la Edad Media es negativa. Los
fenómenos naturales atentaron contra el crecimiento en el campo: el clima era
menos clemente, las epidemias más numerosas y las poblaciones se vieron
disminuidas con los desórdenes políticos y las invasiones, hacia fines del
siglo IV. Las tierras cultivables sumando al siglo V disminuyeron una tercera
parte, dependiendo de las regiones.
Una de las cuestiones a remarcar es el grado de
continuidad entre este período y el anterior, puesto que es difícil distinguir
entre las medidas de Diocleciano y las de Constantino. Tampoco se dispone de
mucha información sobre las medidas políticas seculares del gobierno de
Constantino.
Las últimas reformas del período anterior se
mantuvieron durante el gobierno de Constantino y por ello se notaría una cierta
recuperación, lo cual pudo deberse a que los cambios ahora se hacían sentir de
forma gradual. Las guerras de los primeros años de Constantino promovieron que
se asentara en el poder y trajera calma y afianzamiento.
Tres fueron los factores que influyeron en la
evolución del sistema monetario del Bajo Imperio:
• El Estado
intentando asegurar ingresos estables y a largo plazo, procuró métodos de
percepción de impuestos, mejorar el rendimiento de las recaudaciones y
prepararse ante los problemas de inflación que afectaran a sus recursos. Al
Estado le interesó que los recaudadores fuesen personas que se hallaran cerca
de los contribuyentes para poder pedir con eficacia el pago en moneda, que
había sufrido poco deterioro. Estas reformas
tuvieron la conformidad de las clases dominantes dado que estaba de acuerdo con sus intereses.
tuvieron la conformidad de las clases dominantes dado que estaba de acuerdo con sus intereses.
•
La clase dominante: que por lo general era
también la dirigente. El modelo dominante era la propiedad territorial. Las
medidas que garantizaban su apoyo eran las que aseguraban también su
preponderancia, esto es, el mantenimiento de la renta. Apoyó al Estado en la
lucha contra la inflación, en la recaudación de impuestos, ya fuera en dinero,
especie o trabajo y en asegurar la estabilidad de recursos, sobre todo los
humanos que representaban contribuyentes, cuyas medidas últimas tuvieron a bien
vincular a los campesinos a la tierra.

• La Iglesia: intentó adquirir legitimidad económica
puesto que en poco tiempo se transformó de secta a religión reconocida. Su
camino fue justificar al Estado y a las clases dirigentes y dominantes, con lo
cual muy pronto pasó a escudar al nuevo sistema económico. Sus intereses muchas
veces coincidían con los de la clase dominante, de la cual también salía buena
parte de su capital humano.
Tanto con Diocleciano como con Constantino se
comenzó un proceso que daría como resultado la introducción de un nuevo sistema
monetario en el Imperio romano, que sustituyó la deteriorada moneda de la
segunda mitad del siglo III, dada en el marco de las reformas de Caracalla y
Aureliano. La moneda de plata (antoniniano), que había ido reduciendo su cantidad de plata de
forma notable, fue sustituida, gradualmente, por el solidus de oro, por una moneda de plata fuerte y emisiones
de bronce. Este sistema funcionaba de la mano de otras circunstancias y
medidas, como la adquisición por Constantino de los tesoros de sus rivales
vencidos, la confiscación de los tesoros de oro y plata de los templos paganos
y la exacción de nuevos tributos pagaderos en oro y la compra forzada de oro a
los ricos. Las reformas monetarias se fueron sucediendo (Constantino,
Constancio II, Juliano, etc.), llegando a las piezas denominadas nummi, pequeñas monedas de bronce que durante el final
del siglo IV y el siglo V serán la única moneda circulante, junto a las piezas
de oro y plata. El sistema no conseguía la estabilidad necesaria. Sin embargo,
nuestra comprensión del sistema monetario no es total: las fuentes no brindan
seguridades al respecto y mientras que algunas muestran al oro como cierta
extravagancia en los intercambios, por el contrario hay discrepancias en la
utilización normal del oro y el cobre. Debemos agregar que los estudios han
estimado que a mediados del siglo IV las reservas de oro monetario eran de unas
220 toneladas y cayeron hacia finales del siglo V hasta unas 100 toneladas.
Esta desaparición del oro se podría explicar por la progresiva
desaparición de las estructuras de los circuitos económicos y su evolución desde fines del siglo IV y durante el siglo V.
desaparición de las estructuras de los circuitos económicos y su evolución desde fines del siglo IV y durante el siglo V.

El alza de los precios evidencia la importancia de
las necesidades de oro durante la primera mitad del siglo IV, y el cambio de
tendencia a mediados del siglo. Entre finales del siglo III y 367 los precios
aumentaron aproximadamente un 17 por 100 anual. Después de 367 el alza se
redujo a un 3 por 100, de acuerdo a las mediciones de Depeyrot. Si bien el
Estado intentó sostener los precios, fue en vano. Las medidas se tomaron sobre
la marcha, en función de las necesidades y las crisis monetarias, agrícolas o
económicas. Muchas veces, estas crisis habrían desembocado en revueltas que
había que solucionar, por ello, la técnica seguida era tasar los precios
durante unos meses en todo el territorio imperial, tal como lo señala la medida
de Diocleciano. Por lo que se sabe, no ponía fin a la crisis más que de manera
momentánea.
Diocleciano había reformado el sistema de impuesto
con la intención de incrementar la recaudación y hacer frente a las nuevas
necesidades de la cada vez mayor administración, que incluía ahora un aumento
de las provincias imperiales, de la reconstrucción edilicia y de
infraestructura y del ejército. En su mejora estableció nuevos censos para
adquirir una base administrativa más asimilable a la realidad imperial. Los
mismos implicaron a personas, animales y la superficie de los bienes. No gravó
la riqueza sino la fuerza de producción de cada campesino, es decir, la
capacidad para producir riqueza. Aquellos que no la generaban se vieron
incluidos en una serie de excenciones o adecuaciones, a los clérigos y a la
plebe urbana. En adelante, se siguió registrando estos
censos y tanto la recaudación en suba o su disminución era a consecuencia de estas cifras. De las fuentes se desprende la resistencia que hubo hacia su pago, en las primeras décadas del siglo IV, relacionada con la creación de nuevos catastros, los nuevos modos de percepción de las tasas y la relación que había hacia los recaudadores que podían abusar de su cargo y cobrar un monto extra. Parece que durante la época de Diocleciano buena parte de los impuestos del siglo III habían desaparecido, la puesta en funcionamiento de este sistema reforzó la presión fiscal y de aquí las quejas más amplias. Con Constantino disminuyó la presión fiscal, las críticas son menores cuando se dirigen a Constancio y a Juliano. El alza nominal de los precios y las tasas tuvo que ser compensada por un alza similar del poder de compra de las monedas. Es decir, primero hubo una época difícil de adaptación a las nuevas demandas estatales y luego las obligaciones se suavizaron.
censos y tanto la recaudación en suba o su disminución era a consecuencia de estas cifras. De las fuentes se desprende la resistencia que hubo hacia su pago, en las primeras décadas del siglo IV, relacionada con la creación de nuevos catastros, los nuevos modos de percepción de las tasas y la relación que había hacia los recaudadores que podían abusar de su cargo y cobrar un monto extra. Parece que durante la época de Diocleciano buena parte de los impuestos del siglo III habían desaparecido, la puesta en funcionamiento de este sistema reforzó la presión fiscal y de aquí las quejas más amplias. Con Constantino disminuyó la presión fiscal, las críticas son menores cuando se dirigen a Constancio y a Juliano. El alza nominal de los precios y las tasas tuvo que ser compensada por un alza similar del poder de compra de las monedas. Es decir, primero hubo una época difícil de adaptación a las nuevas demandas estatales y luego las obligaciones se suavizaron.

Las confiscaciones realizadas por Diocleciano a la
Iglesia y las traídas como botines de guerra, por ejemplo, de los persas, eran
elementos del presupuesto del Estado. Sin embargo, es difícil evaluar la
importancia de los mismos. Constantino, en un camino inverso, comenzó a
traspasar riquezas desde los templos paganos a la Iglesia católica, política
que prosiguió con sus hijos, destruyendo templos. Juliano apoyó a los paganos y
se transformó en un perseguidor de cristianos y de sus bienes, aunque por poco
tiempo. Las mismas eran caminos que facilitaban cumplir con los pagos al
ejército cuando era necesario hacerlo y no se contaban con los medios
necesarios. La búsqueda de oro varias veces obligó a determinados emperadores a
confiscar, sin embargo, dependía de la situación financiera por la que se
estuviera atravesando.
Respecto de las ciudades y sus contribuciones,
Constantino colaboró en mantener su exigencia y poco a poco la riqueza
individual de las mismas fue agotándose. En algunos casos, como el de Juliano,
hubo una restitución de propiedades a las ciudades, las cuales pudieron rentar
y restituir sus ingresos. Sin embargo, a nivel general, hubo un descenso
importante de los recursos urbanos, lo cual no hizo más que agravar la
situación de las ciudades del Bajo Imperio.
Las fuentes tardoantiguas acreditan que hubo un
empobrecimiento de los curiales. Sin embargo, los datos de finales del siglo IV aún
manifiestan que la recaudación y la
entrega de oro en los impuestos de capitación y la iugatio, a pesar de que en determinadas zonas, como Bretaña, se denota la falta de un control estricto.
entrega de oro en los impuestos de capitación y la iugatio, a pesar de que en determinadas zonas, como Bretaña, se denota la falta de un control estricto.

Constantino inició una tradición de donaciones a la
Iglesia debiendo modificar la legislación para hacerlo posible. Consistieron en
bienes inmobiliarios o en dinero, los primeros a partir de una transferencia de
propiedad de los bienes paganos a los cristianos y de la construcción de nuevas
iglesias. Sus hijos continuaron la labor de su progenitor y reforzaron la
cantidad de bienes en manos eclesiásticas. A continuación se aumentaron las
prerrogativas de la Iglesia, permitiéndole recibir ciertas multas fiscales que
afectaban a los obispos.
Formaba parte de la redistribución de las riquezas
los numerosos donativos que el emperador hacía a sus soldados y servidores. El
reparto de sumas de dinero tenía ocasión con el nombramiento de emperadores o
césares o bien por acontecimientos militares o políticos. La evolución del
ejército, que pasó de un ejército de frontera a uno móvil, favoreció el
desarrollo de las gratificaciones monetarias, en detrimento de las gratificaciones
en especie. Durante el gobierno de Diocleciano se conocen algunos donativos
imperiales; entre 305 y 313 se realizaron hasta veinte repartos de dinero,
bastantes más que en años anteriores, lo cual se relaciona con las numerosas
luchas civiles que se produjeron. Terminadas éstas, los donativos
disminuyeron aunque Constantino tuvo fama de derrochador. En esta política se
vieron más favorecidas las ciudades, entre ellas Constantinopla. A Atenas se le
ofreció gran cantidad de trigo. Sus hijos, como Constancio, se dice que enriquecieron
a sus cortesanos, por lo que también es importante considerar los donativos
individuales. Muchos fueron otorgados por Juliano al ejército, aunque también
los prodigó a particulares con lo que se le otorgó la fama de generoso;
asimismo repartió privilegios y devolvió rentas a algunas ciudades. La Iglesia
participó de estos donativos justificándolos por su obligación de socorrer a
los pobres, a las viudas, a los cautivos y a los necesitados.

“Sin Constantino, el cristianismo habría seguido siendo una
secta de vanguardia” asegura Paul Veyne. En verdad, Constantino fue el
emperador que marcó un antes y un después en la vida de esta religión.
Diocleciano había puesto el acento en el paganismo, cuyas consecuencias en su
diagrama político había tenido consecuencias nefastas para los cristianos, que
no habían querido jurar a favor del emperador y habían sufrido la última de
las persecuciones en su contra entre 303 y 311. Licinio reconoció la esterilidad de la persecución porque los cristianos que renegaron de su fe no abrazaron el paganismo.
las persecuciones en su contra entre 303 y 311. Licinio reconoció la esterilidad de la persecución porque los cristianos que renegaron de su fe no abrazaron el paganismo.

Luego de la batalla mandó promulgar un edicto de
tolerancia, librando a los cristianos de su perseguidor. Licinio y Constantino
se pusieron de acuerdo en Milán para tratar a paganos y cristianos en pie de
igualdad, afirmando el derecho a la libertad de culto y de creencias
religiosas, con lo que cualquier ciudadano podía seguir una religión diferente
de la oficial sin que ello supusiese una deslealtad hacia el Imperio o el
emperador. Este edicto constituye un hito extraordinario en la historia de la
libertad.
En el año 322 Constantino logró reunir las dos
mitades del Imperio bajo su cetro cristiano, con lo cual acababa de nacer lo
que de aquí en adelante se llamaría Imperio cristiano o Cristiandad. Así como
en 312 el cristianismo era la religión tolerada, en 324 el paganismo lo era.
Una serie de datos pueden apuntarse junto a Veyne respecto de la política
religiosa de Constantino:
• En todas las regiones del Imperio se prepararon las
decisiones que comprenderían a un futuro cristiano.
• Constantino será el emperador de un Imperio
cristiano que mantendrá la religión pagana.
• Su cristianismo obedece a una convicción personal
que hará que establezca a la Iglesia, en cambio no impondrá su religión a
nadie.
•
En los ámbitos
que atañen a su persona no tolerará el paganismo.
• No perseguirá a los paganos, política que seguirán
sus sucesores, dado que la Iglesia llevará adelante la conversión basada en la
persuasión en principio.
•
Lo más urgente
no será la conversión sino la anulación de los sacrificios paganos.
• Su función ante la Iglesia es inédita,
inclasificable y autoproclamada ya que intervendrá en asuntos eclesiásticos y
actuará con rigor no contra los paganos sino contra las desviaciones
cristianas, separatistas o heréticas.

La instancia en que mejor se aprecia esto es el
Concilio de Nicea del año 325. El emperador se ocupó de reunir el mayor número
de representantes del episcopado, puso a su disposición las postas imperiales,
cargó con todos los gastos de los viajes. Unos trescientos obispos fueron
reunidos, entre los cuales se hallaban Arrio y su oponente Atanasio. El
emperador en persona se hizo presente y exhortó a que se tomaran las medidas necesarias
para mantener la unidad doctrinal. Luego de una serie de discusiones acerca de
la naturaleza del Verbo se decidió que el Hijo es “engendrado no hecho,
consustancial con el Padre”. Los arrianos se retiraron de la reunión. La
importancia de este concilio fue la sanción de la ortodoxia cristiana: Padre,
Hijo y Espíritu Santo, tres personas en una sola, tras lo cual, todos aquellos
que no lo aceptaran quedarían excluidos del seno cristiano, cuestión que el
mismo emperador se manifestó dispuesto a hacer respetar utilizando todos los
medios necesarios.
El fervor cristiano de Constantino se acentuó
durante la etapa en que dominó todos los territorios, momento en el que marginó
a la religión pagana y prohibió sus ritos supersticiosos. El edicto impuesto luego
de vencer a Licinio estableció que sería beneficiada la Iglesia cristiana de
Oriente con todos los mandatos dados en Occidente: rehabilitación de cristianos
exiliados, expropiados, incluidos en listas de curiales, condenados a trabajos
forzados o esclavizados, degradados de sus empleos militares o de sus rangos
nobiliarios.
Constantino mantuvo una dimensión política en su
pensamiento religioso y la Iglesia no se opuso a esto puesto que era la
mentalidad de la época. El emperador se propuso que la nueva religión adoptase
las funciones institucionales que siempre había ocupado el paganismo y los
clérigos el lugar de los sacerdotes paganos, con lo cual cada vez más adquirió
manifestaciones externas de poder y menos la sencillez evangélica.
El caso donatista fue un problema emblemático. Se
extendió por las zonas africanas, siendo las más romanizadas las que optaron
por el seguimiento de la ortodoxia. Luego de las grandes persecuciones del
siglo III hubo muchos cristianos que, por miedo,

El aspecto mejor conocido de la política religiosa de
Constantino es su legislación a favor de la Iglesia y la ayuda material con la
construcción de iglesias y donativos. El clero se convirtió en un orden
privilegiado que se definía por sus características religiosas y no familiares
ni políticas. Los problemas suscitados por esto fueron numerosos y es que cada
facción eclesiástica se consideraba la ortodoxa y única y reclamaba para sí y
sus miembros los beneficios estatales. El criterio por el que se definió la
ortodoxia fue la adhesión a un determinado credo por decisión del emperador,
con lo cual las herejías fueron vistas como enemigas del Estado y quedaron
excluidas del socorro estatal. Los privilegios clericales trajeron problemas a
las ciudades cuya situación ya hacía tiempo que estaba menoscabada. En principio,
ordenó que el clero occidental quedara librado de muñera, que no fuesen forzados a participar en sacrificios
paganos, les concedió capacidad para recibir donaciones y herencias, y el
derecho a manumitir esclavos dentro de las iglesias; a los obispos se les
otorgó autoridad judicial, la llamada audientia
episcopalis, que obligaba a los jueces a reconocerlo y a dejar
que los ciudadanos arreglaran sus litigios ante él lo cual les confirió
prestigio; finalmente dio apoyo al calendario cristiano concediendo el die
solis como día festivo.
El evergetismo constantiniano consistió en dotar a
la Iglesia de ayuda económica y financiar la construcción y mantenimiento de
numerosos edificios de culto. Roma fue una de las ciudades beneficiadas: se
levantó la basílica Constantiniana, hoy de Letrán, concebida
como iglesia catedral y residencia de los papas. Extra muros se erigió el Vaticano en honor al discípulo Pedro y la basílica de San Pablo. En los lugares santos de Palestina se construyó una basílica en el lugar donde habitó Abraham, aunque más importancia tuvieron los edificios de Jerusalén, ciudad venerada por Helena, madre del emperador. Si bien dice la leyenda que encontró el madero que habría sostenido el cuerpo de Jesús lo cierto es que, a su pedido, construyó el martyrium o Iglesia del Santo Sepulcro, levantado en el lugar de su sepultura y resurrección. Más fama adquirió la basílica de la Natividad construida en Belén. Constantinopla fue otra de las ciudades agraciadas según las circunstancias: aprestarse a ser nueva capital del Imperio. Se estableció allí la iglesia catedral de Santa Irene y la de los Apóstoles, ésta última planificada como lugar que albergaría las reliquias de los apóstoles y los restos del emperador.
como iglesia catedral y residencia de los papas. Extra muros se erigió el Vaticano en honor al discípulo Pedro y la basílica de San Pablo. En los lugares santos de Palestina se construyó una basílica en el lugar donde habitó Abraham, aunque más importancia tuvieron los edificios de Jerusalén, ciudad venerada por Helena, madre del emperador. Si bien dice la leyenda que encontró el madero que habría sostenido el cuerpo de Jesús lo cierto es que, a su pedido, construyó el martyrium o Iglesia del Santo Sepulcro, levantado en el lugar de su sepultura y resurrección. Más fama adquirió la basílica de la Natividad construida en Belén. Constantinopla fue otra de las ciudades agraciadas según las circunstancias: aprestarse a ser nueva capital del Imperio. Se estableció allí la iglesia catedral de Santa Irene y la de los Apóstoles, ésta última planificada como lugar que albergaría las reliquias de los apóstoles y los restos del emperador.

Bien poco parece que tuvo que ver el cristianismo y
su moralización en el comportamiento de Constantino, quien no dudó en emplear
hasta los métodos más violentos si estaba convencido de la presencia de una
traición. Parece que se vio influido en dos ámbitos legales: en cuanto a la
relación con los judíos, a los cuales se les prohibía tener esclavos
cristianos, y eran castigados si no permitían que alguno se convirtiera al
cristianismo. Respecto del matrimonio y la familia se dio mayor valor al
compromiso esponsalicio, se prohibió al marido tener una concubina en el hogar,
los solteros y los casados sin hijos.
En cuanto a la historiografía cristiana hasta el
momento habían sido concebidos los géneros apocalíptico y el apologético, éste
último acorde a los momentos de persecución que había sufrido y la necesidad de
defensa de sus creencias ante el paganismo. Las obras históricas cristianas
surgirán recién en el siglo IV, con un providencialismo que excederá los
marcos nacionales puesto que la Iglesia guiará al pueblo de Dios a través de obispos y mártires. Las aportaciones más originales estarán dadas por la historia eclesiástica, cuyo mejor exponente es Eusebio de Cesarea y la hagiografía con Atanasio de Alejandría.
marcos nacionales puesto que la Iglesia guiará al pueblo de Dios a través de obispos y mártires. Las aportaciones más originales estarán dadas por la historia eclesiástica, cuyo mejor exponente es Eusebio de Cesarea y la hagiografía con Atanasio de Alejandría.

Con los hijos de Constantino la continuidad es la característica que sobresale respecto de la política de privilegios hacia el clero. La dispensa de cargas municipales, la excepción a albergar tropas en sus casas, exenciones clericales de cargos públicos entre otras. Hubo una extraordinaria difusión del cristianismo en todas las capas de la sociedad y en todas las instituciones del Imperio. La simbología cristiana del crismón fue tomada por los emperadores Constante y Magnencio, que la colocaron en las monedas de bronce. Se mantuvieron los problemas enmarcados en el arrianismo oriental y la ortodoxia occidental, cuyas desavenencias los emperadores intentaron subsanar. Algunos movimientos extremistas cristianos se presentaron para acabar con el paganismo; las medidas legales en su contra se endurecieron incluyendo la prohibición de los sacrificios diurnos y nocturnos y el cierre de templos.
Un momento especial en el transcurso de este siglo,
que logró afianzar el cristianismo en el Imperio, fue el reinado de Juliano,
sobrino de Constantino. Su admiración por los antiguos lo llevó a manifestarse
contra los cristianos e iniciar una restauración social y religiosa. Su
programa político era seguir el del filósofo Marco Aurelio que requería del
restablecimiento de los cultos tradicionales y poner fin a los privilegios
cristianos. Para tal fin comenzó dejando en libertad a todas las facciones del
cristianismo para que se aniquilaran mutuamente y dejaran el camino libre a la
piedad tradicional, cuyos templos fueron reconstruidos y enriquecidos y se le
restituyeron los bienes. En este contexto debe entenderse su apoyo al judaísmo.
Quizá la medida más destacada para la posteridad ha sido la voluntad del
emperador de que los cristianos fuesen apartados de la docencia, ya que se enseñaban
contenidos antiguos que éstos, en definitiva, no compartían.
La reforma juliana no tuvo éxito debido a dos
aspectos: que careció de apoyos sociales, ni la aristocracia pagana lo sostuvo
ni las curias ni las ciudades; que la fortaleza que había cobrado el
cristianismo, su sólida organización interna, su sistema de asistencia a los
más necesitados, su instalación en las esferas del Estado, en la
administración, el ejército y los gobiernos provinciales y locales, hicieron
imposible su erradicación. Las medidas no tuvieron gran efectividad en tanto
los cristianos se dieron cuenta y manejaron sus actitudes tratando de
neutralizar sus diferencias y mantenerse unidos. Se vieron fortalecidos y
defendieron sus iglesias y sus ideas aunque no fue la de Juliano una
persecución abierta, por el contrario, pretendió llevar adelante las voluntades
minando y corrompiendo a los fieles
con compras y lisonjas. Una muerte prematura,
apenas dos años después de su ascenso al
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trono, eliminó todo rastro reformista.
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