1. El marco germánico
En este, mundo decadente de
oligarcas sibaritas, de defensas desmanteladas y de masas rurales desesperadas
fue en el que entraron los bárbaros germanos cuando cruzaron el Rin helado el
último día del año 406, ¿Cuál era el sistema social de estos invasores? Cuando,
en tiempos de César, las legiones romanas tropezaron por vez primera con las
tribus germanas, eran agricultores sedentarios con una economía
predominantemente pastoril. Entre ellos imperaba un modo de producción primitivo
y comunal. La propiedad privada de 1a tierra era desconocida y todos los años
los jefes dé las tribus decidían qué parte del suelo común habría de ser arada y asignaban las diversas porciones a
los clanes respectivos, que cultivaban y
se apropiaban de los campos de forma colectiva. Las redistribuciones periódicas
impedían grandes diferencias de riqueza
entre clanes y familias, aunque los rebaños eran propiedad privada y constituían la riqueza de los
principales guerreros de las tribus[1]
, En tiempos de paz no había jefaturas
que gozaran de autoridad sobre todo un pueblo; los jefes militares de carácter
excepcional se elegían en tiempo de guerra. Muchos clanes eran todavía matrilineales.
Esta rudimentaria estructura social se modificó muy pronto con la llegada de
los romanos al Rin y con su ocupación temporal de Alemania hasta el Elba
durante el siglo I d. C. El comercio de artículos de lujo a través de la
frontera produjo rápidamente una creciente estratificación interna en las
tribus germánicas: para comprar los artículos romanos, los jefes guerreros de
las tribus vendían ganado o asaltaban a otras tribus para capturar esclavos con
objeto de exportarlos a los mercados romanos. En
tiempos de Tácito, la tierra ya había dejado de ser asignada a los clanes y era distribuida directamente a
personas concretas, mientras disminuía la frecuencia de las redistribuciones.
El cultivo era todavía muy cambiante, debido a la existencia de terrenos forestales
desiertos, y las tribus carecían, por tanto, de una gran fijeza territorial. Este sistema
agrario favorecía la guerra estacional y permitía frecuentes y masivos movimientos migratorios[2]
. Una aristocracia hereditaria, con riquezas acumuladas, formaba un consejo
permanente que ejercía el poder estratégico en la tribu; aunque una asamblea
general de guerreros libres todavía podía rechazar sus propuestas. Estaban
surgiendo, además, linajes dinásticos, de carácter casi monárquico de los que
salían jefes electivos situados por encima - del consejo. Pero, sobre todo, los
dirigentes de cada tribu habían reunido a su alrededor a «séquitos»'de guerreros para las expediciones de saqueo que
trascendían las unidades clánicas de parentesco. Estos séquitos procedían
de la nobleza y se mantenían con el
producto de las tierras que se les había asignado y estaban alejados de toda
participación en la producción agraria; formaban el núcleo de una permanente división de
clases y dé una autoridad, coactiva institucionalizada en el marco dé estas
primitivas formaciones sociales[3].
Las luchas entre guerreros del común y ambiciosos jefes nobiliarios para
usurpar el poder dictatorial dentro de las
tribus apoyándose en la fuerza de sus séquitos leales estallaron cada vez con
más frecuencia. El mismo Arminio, vencedor en el bosque de Teutoburgo, fue aspirante
y víctima de uno de ellos. La diplomacia romana atizaba activamente esas
disputas internas, por medio de subvenciones y alianzas, con objeto de
neutralizar la presión de los bárbaros sobre la frontera y de que cristalizara un
estrato de dirigentes aristócratas
deseosos de colaborar con Roma.
Así pues,
económica y políticamente, por medio del .intercambio comercial y de la intervención diplomática, la presión romana
aceleró la diferenciación social y la desintegración de los modos de producción
comuna1es en los bosques germánicos. Los pueblos que tenían un contacto más
estrecho con el Imperio revelaban, también, inevitablemente, las estructuras
sociales y económicas más «avanzadas» y la mayor lejanía del
modo de vida tradicional de las tribus. Los alamanes en la Selva Negra y, sobre
todo, los marcomanos y los cuados en Bohemia tenían villas de estilo romano,
con fincas cultivadas por esclavos capturados en las guerras.
Los marcomanos además, habían sometido a otros pueblos germanos y, en el siglo
II, habían creado un Estado organizado
con. Un gobierno real en la región del Danubio central. Su imperio fue
derrocado pronto, pero era ya un síntoma
de la configuración del futuro. Ciento
cincuenta, años después, a principios
del siglo IV, los visigodos que habían ocupado Dacia
después de que Aureliano retirara de allí sus legiones, mostraron nuevos signos
de ese mismo proceso social. Sus técnicas
agrícolas eran más avanzadas, y ellos mismos eran en su mayoría labradores dedicados al cultivo, con algunas
artesanías rurales (utilizaban la rueda de alfarero) y un alfabeto
rudimentario. La economía visigoda de esta antigua provincia romana, con sus
fuertes y sus ciudades residuales, dependía ahora tanto del comercio transdanubiano con Europa que los romanos podían recurrir
con éxito al bloqueo comercial como arma decisiva de guerra contra ellos. La
asamblea general de los guerreros había desaparecido por completo, Un consejo
confederado de optimates ejercía ahora la autoridad política central sobre unas
aldeas obedientes. Los optimates formaban una clase poseedora, con fincas,
séquitos y esclavos, claramente
diferenciada del resto de su pueblo[4]. En
efecto, cuanto más perduraba el sistema imperial romano, más tendía el poder de
su influjo y de su ejemplo a arrastrar a las tribus situadas en la frontera
hacia una mayor diferenciación social y
hacia niveles más altos de organización política y militar. A partir de la
época de Marco Aurelio, los sucesivos aumentos de la presión bárbara sobre el
Imperio no fueron; pues,
rachas fortuitas de mala suerte de Roma, sino que en buena medida fueron las
consecuencias estructurales de su propia existencia y de su triunfo. Los lentos
cambios provocados en su entorno exterior, por imitación e intervención, se
harían acumulativos: el peligro de las fronteras germánicas creció a medida que
la civilización romana las transformaba gradualmente.
Mientras tanto, y dentro del propio Imperio
romano, los ejércitos imperiales utilizaban en sus filas a un número creciente
de guerreros germanos. La diplomacia romana había intentado tradicionalmente,
y siempre que era posible, rodear las fronteras del Imperio con un glacis
exterior de foederati, jefes aliados
o clientes que conservaban su independencia fuera de las fronteras romanas,
pero que defendían los intereses romanos dentro del mundo bárbaro a cambio de
subvenciones financieras, apoyo político y protección militar. En el Imperio
tardío, sin embargo, el gobierno imperial recurrió al recluta, miento habitual
de soldados procedentes de esas tribus para sus propias unidades. Al mismo
tiempo, los refugiados o cautivos bárbaros eran asentados en tierras desiertas
en calidad de laeti, con la
obligación de prestar servicio militar en el ejército a cambio de sus
propiedades. Además, muchos guerreros germánicos libres se alistaban como
voluntarios en los regimientos de Roma, atraídos por la perspectiva de la paga
y la promoción dentro del sistema militar del Imperio[5].
A mediados del siglo IV, un porcentaje relativamente alto de generales, oficiales
y soldados palatino s de choque eran de origen germánico y estaban cultural y
políticamente integrados en el universo social de Roma: generales francos como
Silvano o Arbogasto, que alcanzaron el rango de magister militum o comandante en jefe de Occidente, eran moneda
corriente. Había, pues, cierta mezcla de elementos romanos y germánicos dentro
del propio aparato del Estado imperial. Los efectos sociales e ideológicos que
la integración en el mundo romano de un gran número de soldados y oficiales
teutónicos tuvo sobre el mundo germánico que de forma provisional o permanente
habían dejado atrás, no son difíciles de reconstruir: representaron un poderoso
refuerzo de las corrientes de estratificación y diferenciación ya presentes en
las sociedades tribales de allende las fronteras. La autocracia política, el
rango social, la disciplina militar y la remuneración monetaria fueron
lecciones aprendidas en el exterior y fácilmente asimiladas en el interior por
los jefes y los optimates. Así, en la época de las Volkerwanderungen del siglo V, cuando toda Germania sufrió la
conmoción provocada por la presión de los hunos -invasores nómadas procedentes
de Asia central- y las tribus comenzaron a lanzarse a través de las fronteras
romanas, las fuerzas internas y externas habían llevado a la sociedad germánica
a una considerable distancia de las formas que tenía en los días de César.
Ahora, una nobleza con séquito solidificada y la riqueza individual de la tierra
había suplantado casi por doquier a la tosca igualdad originaria de los
clanes. La larga simbiosis de las formaciones sociales romana y germánica en
las regiones fronterizas había colmado gradualmente el abismo que existía entre
ambas, aunque todavía subsistiera en muchos aspectos importantes[6]
. De la colisión y fusión de ambas en su cataclismo final habría de surgir, en
último término, el feudalismo.
[1] Esta
descripción sigue a E. A. Thompson, The early Germans, Oxford, 1965,
pp. 1-28, estudio marxista de las formaciones sociales germánicas desde César
a Tácito que constituye un modelo de claridad y elegancia.
Las obras de Thompson forman un ciclo inestimable que abarca en realidad toda
la evolución de la sociedad. germánica en la Antigüedad. desde esta
época hasta la caída del reino visigodo de Hispania, unos siete siglos después
[3] Thompson, The early Germans, pp. 48·60. La
formación de un siso tema de séquitos es en todas partes un paso preliminar
decisivo en la transición gradual de un orden tribal a otro feudal, porque
constituye la ruptura definitiva con un sistema social regido por relaciones de
parentesco. El séquito puede definirse siempre como una élite que trasciende
la solidaridad de parentesco al sustituir los vínculos biológicos por vínculos
convencionales de lealtad, e indica la próxima desaparición del sistema de
c1anes. Naturalmente, una aristocracia feudal plenamente foro mada tendrá su
propio (y nuevo) sistema de parentesco, que sólo ahora comienzan a estudiar los
historiadores;. pero estos sistemas nunca' serán su estructura dominante. Hay
un buen estudio de este punto .fundamental en el estimulante artículo de Owen
Lattimore. «Feudalism in history», Past and Present, núm, 12,
noviembre de 1957, p. 52.
[4] E, A.
Thompson,' The Visigoths in the time_al VIfila, Oxford, 1966,
especialmente PP.' 40-51; otro diáfano estudio' que constituye la continuación
de su primer trabajo
[6]En nuestro
siglo, y como reacción contra las concepciones tradicionales,
ha existido algunas veces entre los historiadores la tendencia a exagerar el
grado de la simbiosis previa entre ambos mundos. Un ejemplo extremo es la
tesis de Porshnev, según la cual toda la infraestructura: romana se basaba en
la mano de obra esclava de los cautivos bárbaros, y, por tanto,
ambos sistemas sociales estaban desde el comienzó estructural mente ligados:
las asambleas de guerreros de los primeros pueblos germánicos serían
simplemente la respuesta defensiva a las expediciones romanas en busca de
esclavos. De acuerdo con esta concepción, el Imperio siempre formó una «unidad
compleja y antagónica» con su periferia bárbara. Véase B. F. Porshnev Feodalizm i Narodni Massie, Moscú, 1964, pp. 510-2. Esta opinión
exagera enormemente el papel de la mano de obra esclava en el Imperio tardío y la proporción
de esclavos traídos del limes germánico incluso a comienzos del
Imperio.
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